SER UNIVERSITARIO
¿Somos nuestro tiempo?
Por Álvaro Abellán2 min
Opinión27-11-2006
Muchas personas creen que aprovechar la vida es hacer lo que te apetece, disfrutar de lo que se te presenta en cada momento y jamás ceñirse a horarios que nos esclavizan o a tareas programadas que coartan nuestra libertad. Pero el hecho es que lo que nos apetece a cada instante no siempre coincide con lo que queremos para nuestra vida. Demasiadas veces, un superficial estímulo inmediato se nos aparece como más valioso que un gran bien difuso en el futuro. Eso hace que invirtamos mucho tiempo y energía en cosas superficiales y que jamás nos queden fuerzas ni para preguntarnos por lo esencial. El tiempo mide nuestra vida, una vida que anhela y sueña más experiencias de las que podrá tener. Nuestro tiempo es, por lo tanto, un bien escaso que debemos aprender a gestionar: nuestra vida no nació para un horario, pero los horarios sí nacieron para ordenar con sentido nuestra vida. De ahí que programarnos objetivos, tiempos y estrategias para lograrlos es la única forma de aprovechar realmente nuestra vida, de alcanzar metas que merecen la pena y de mirar hacia atrás desde nuestras metas y decir: verdaderamente, todo ha tenido sentido. En esa batalla por la economía de nuestro tiempo, los empresarios tienen mucho que decirnos: debemos tener claros los objetivos, que han de ser nuestra referencia capital; debemos aprender a “decir no” a todo -por valioso que sea- que nos aleje de nuestras metas; debemos aprender a delegar y a confiar en otros; debemos invertir tiempo en planificar tiempos y estrategias; debemos seleccionar cuándo y cómo atender a impertinentes como el móvil o el correo-e; y debemos tener claro cuándo terminar -citas, reuniones, jornada laboral, etc.-, no sólo para evitar que ocupen más tiempo del que deben, sino para forzarnos a sacarle el máximo rendimiento sabiendo que, a determinada hora, lo que no se hizo, quedará sin hacerse. El tiempo es la medida primera de nuestra vida; pero la medida última es lo que hacemos -y cómo lo hacemos-con el tiempo que nos es dado. Programar está bien, pero programar qué. Tener objetivos es fundamental, pero lo determinantes es cuáles elegir. Decía Ortega que el hombre, en primer lugar, debe ocuparse de su supervivencia; pero que, lograda esta, ha de afrontar una cuestión aún más radical: sobrevivir, ¿para qué? Sólo respondiéndonos a esto empezará a cobrar sentido organizar nuestro tiempo. Si nada amo ni a nada doy sentido, tendrán razón los que citábamos arriba: ¿para qué programar nada? Pero, si queremos hacer de nuestra vida algo extraordinario, nuestra gestión del tiempo cobra pleno sentido. Ahí empieza la pregunta fundamental. La pregunta por nuestro deseo profundo, por nuestros sueños, por esa llamada secreta a hacer lo que sólo podemos hacer nosotros. “Aquello que ama, eso es el hombre”, decía el de Hipona. ¿A qué dedicamos nuestro tiempo? ¿Dónde perdemos todo el tiempo que ahorramos? ¿Qué es lo que amamos? ¿Qué es lo que somos, si somos nuestro tiempo y, sobre todo, el sentido de lo que hacemos con él?