ANÁLISIS DE ESPAÑA
La verdadera cruz de Moratinos
Por Alejandro Requeijo3 min
España23-07-2006
Siete años como enviado especial de la ONU en Oriente Próximo le permitieron conocer al dedillo las peculiaridades de un mundo a veces demasiado difícil de entender. Mientras otros lo intentaban a golpe de misil, Miguel Ángel Moratinos fue labrándose una impecable trayectoria fruto del trabajo y la prudencia. Tanto tiempo conviviendo con esa compleja realidad le sitúan como una referencia diplomática dentro de la que es, seguramente, la zona más convulsa de planeta. En más de una ocasión, el perfil de Moratinos ha sido interpretado por muchos como un ejemplo de amiguismo hacia el mundo islámico, y por consiguiente, de enemistad con occidente. Necios que sólo alcanzan a distinguir entre el negro y el blanco. Aún no saben que el conocimiento y la experiencia tan sólo están reñidos con el oportunismo y el fanatismo. Sin embargo los hay que han terminado por rendirse a su influencia para solicitar ayuda. Es el caso de la secretaria de Estado estadounidense, Condolezza Rice, quien llamó personalmente a Moratinos para pedirle que mediase en la crisis entre el Líbano e Israel. Zapatero le eligió como su ministro de Exteriores y pronto le encomendó nada menos que la Alianza de Civilizaciones. Un proyecto tan ambicioso como ambiguo en busca del entendimiento total entre los distintos pueblos y culturas. En definitiva, el Nobel de la Paz. Con esta empresa ha tenido que lidiar Moratinos durante los últimos dos años. En realidad, su nombramiento al frente de la cartera de Exteriores no ha sido más que un carrusel de penurias y sufrimientos de los que, en muchas ocasiones, él no tenía culpa. A buen seguro que ni siquiera su reconocida afición por el Atlético de Madrid le habrá reportado tanto disgusto. Por seguir con el paralelismo futbolístico, si alguna vez el ministro se hubiese dedicado al balompié, que nadie dude que su demarcación ideal habría sido la de portero. Se trata de un puesto en el que rara vez te reconocen los aciertos pero en el que habitualmente se tiende a magnificar los errores. No es que el Ejecutivo de Zapatero se caracterice por encajar muchos goles, pero de vez en cuando comete fallos de coordinación que ponen a más de uno en aprietos. Moratinos ha sido hasta ahora el que más ha pagado la falta de entendimiento -y en ocasiones hasta de coherencia- del Gobierno socialista. Fue de los que más se alegró por la marcha de Bono. Sus públicas desavenencias tocaron fondo cuando el ex ministro de Defensa viajó hasta Filipinas, rodeado de cámaras y fotógrafos claro está, para colgarse la medalla por el indulto a un preso español. Un éxito que llegaba después de tres meses de intensas gestiones entre el Ministerio de Exteriores y el Gobierno de Manila. La prensa, tan esclava de imágenes, siempre se decantó por el mediático y hollywoodiense Bono en detrimento de un no tan popular Moratinos. Esta sombra de la descoordinación siempre le ha perseguido y los últimos días han sido un nuevo ejemplo de ello. La excelente evacuación de los españoles en el Líbano a cargo de su Ministerio quedó relegada a un segundo lugar por la foto de Zapatero con el clásico pañuelo palestino. Una actitud que no sentó nada bien en la siempre difícil comunidad judía que le acusó de antisemita. Esto provocó la defensa airada de Moratinos. No estaba defendiendo al presidente sino el fruto de su trabajo como responsable de la imagen exterior del Gobierno. Una labor, dicho sea de paso, tan alejada de pañuelos como de las pancartas que portaban algunos miembros del PSOE durante una manifestación en Madrid. Los mayores obstáculos de Moratinos han resultado estar dentro de casa. La rentabilidad oportunista del antiamericanismo, los excesivos prejuicios todavía existentes hacia el mundo islámico, la ambigüedad o la dificultad de entender algunas propuestas de Zapatero, las pancartas, y sobre todo, la idea de que la política exterior es otro escenario más donde librar batallas electoralistas son aspectos que chocan frontalmente contra el concepto propio de diplomacia. Se avecinan malos tiempos para la política exterior en España. Moratinos debe ir preparándose.
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Alejandro Requeijo
Licenciado en Periodismo
Escribo en LaSemana.es desde 2003
Redactor de El Español
Especialista en Seguridad y Terrorismo
He trabajado en Europa Press, EFE y Somos Radio