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ANÁLISIS DE DEPORTES

El Mundial dejó poco ¬jogo bonito¬

Fotografía

Por Roberto J. MadrigalTiempo de lectura2 min
Deportes09-07-2006

Quizá sea porque al final de la temporada los futbolistas llegan muy castigados físicamente, pero el mejor equipo de la segunda fase, mal que le pese a muchos, no ha sido otro que Francia. A pesar de los varapalos que le cayeron a Raymond Domenech –fundados, porque no deja de ser un técnico de medio pelo– durante la fase de clasificación para el Mundial de Alemania y durante la primera fase, el equipo galo sacó a relucir todo su poderío en los partidos decisivos, a vida o muerte. Para ello valió, y mucho, la tan traída y llevada veteranía: Francia es un equipo que se conoce perfectamente y desplegó, sobre todo en la defensa, un trabajo táctico perfecto. No es fácil sacar de su posición a los delanteros del equipo contrario, y Francia lo consiguió con el papel de los centrales –Lilian Thuram y William Gallas–, con la cobertura de Claude Makelele y Patrick Vieira en un medio campo agresivo, pero también con capacidad para sacar el balón jugado. Sin embargo, la revelación ha sido Franck Ribéry, un jugador llamado por sorpresa –en detrimento de Ludovic Giuly–, y que debutó con la selección absoluta en Alemania. El rebelde interior diestro, marcado por una gran cicatriz en la cara –tras un accidente de tráfico cuando tenía dos años– ha dado el contrapunto de chispa que necesitaban los veteranos como Zinedine Zidane y Thierry Henry, con los que se ha entendido perfectamente. Aun así, Domenech –tal vez consciente de las debilidades de Francia– ha pecado de escasa valentía, y sólo jugó con dos puntas cuando no tuvo a Zidane. La falta de pólvora ofensiva ha sido el gran lastre de los bleus, pese a que el seleccionador repartió minutos, pocos en todo caso, entre los puntas David Trezeguet, Sylvain Wiltord, Louis Saha y Sidney Govou. En la final, la fortuna castigó a los franceses cuando mejor jugaban, con la lesión de Vieira y la expulsión de Zidane, cuyo rifirrafe con el central italiano Marco Materazzi ha levantado ampollas. Italia fue fiel a su estilo de conjunto correoso y compacto, aunque en semifinales Marcello Lippi sorprendió con un planteamiento inaudito descarado: cuatro hombres ofensivos en el mismo once. No así en la final, en la que el potencial del conjunto azzurro se basó, cómo no, en la defensa, con un portero –Gianluigi Buffon– y un central –Fabio Cannavaro– excelentes. El ejemplo de Grecia en la Eurocopa de 2004 aún cunde. La tanda de penaltis satisfizo a quienes querían que Francia hincara la rodilla, pues lo hizo de la forma más dolorosa. Sin embargo, el Mundial decepcionó en cuanto al espectáculo, que sólo apareció con cuentagotas.

Fotografía de Roberto J. Madrigal