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ANÁLISIS DE DEPORTES

La justicia, esa quimera en España…

Fotografía

Por Roberto J. MadrigalTiempo de lectura2 min
Deportes16-07-2006

Italia –en circunstancias casi idénticas que en 1982, cuando ganó en España tras un escándalo por apuestas ilegales– necesita verse en escándalos para ganar Mundiales. Cuatro de sus clubes señeros han sido duramente castigados. Y aun así, el fiscal del caso –Stefano Palazzi– aún reclamaba penas más severas: bajar a la Serie C al Juventus, descender al Milán y descontarles más puntos para la temporada 2006-2007. Todo ello a pesar de la corriente –interesada, sin duda, desde los círculos del poder próximos a Silvio Berlusconi– que pretendía una amnistía para los clubes si Italia, como finalmente ocurrió, ganaba el Mundial. Éste es un ejemplo que pone en solfa la clase de justicia deportiva que existe en España: un comité de competición que juzga nimiedades y lo hace, a menudo, de cualquier manera. En la Federación Española, tan salpicada o más por la corrupción que la italiana –el presidente, Ángel María Villar; el vicepresidente económico, Juan Padrón, el administrador, José Manía Castillón; el ex vicepresidente deportivo, Juan Espino, y el vocal Borrás del Barrio están acusados de desviación de fondos públicos, apropiación indebida y falsedad documental–, para empezar, nadie dimite ni es cesado. Pero aún hay más en el país de las maravillas que es España, porque el cumplimiento de las sanciones es un verdadero pitorreo. Cuando el Sevilla y el Celta debieron ser descendidos por no cumplir con los requisitos legales para competir en Primera División, se cedió a la presión de los aficionados que salieron a las calles y se creó el invento de la Liga de 22 equipos, que duró dos temporadas, entre 1995 y 1997. Aún hoy, diez años más tarde, la FIFA y la UEFA continúan insistiendo –con caso omiso– para que se reduzca a 18 equipos, para aligerar en cuatro jornadas –prácticamente un mes de competición– un calendario saturado. Por no hablar del cierre del Camp Nou, por el célebre cochinillo que se lanzó cuando jugaba el Real Madrid, y que nunca se cumplió; por no hablar del incumplimiento del Deportivo de la obligación de declarar a sus accionistas, y que se castiga con el descenso; por no hablar del cachondeo con el positivo por nandrolona de Carlos Gurpegui, que después de tres años continúa sin sanción firme y jugando con una suspensión cautelar. Con semejante panorama de ocultismo a la Justicia y un hartazgo de fútbol –sin descanso tras el Mundial ya están en marcha las previas de las competiciones europeas–, ¿qué interés le queda al que no es, ni mucho menos, el deporte rey? Para mí, poco o ninguno.

Fotografía de Roberto J. Madrigal