CRÓNICAS DEL ESPACIO INTERIOR
¬Hagamos un trato¬
Por Álvaro Abellán2 min
Opinión28-10-2001
Notas arrojadas al vuelo se asocian en la noches húmedas del Madrid seco para cantar al inmigrante que anhela cruzar el estrecho. Un SI le dice a un DO, mediante un trato de Benedetti: "Usted sabe, puede contar conmigo. No hasta dos o hasta diez, sino contar conmigo". Y este segundo contar de unas notas con otras provoca encuentros que anuncia el ritmo. Ritmo, perfecto equilibrio entre cambio y permanencia, como el canon de Pachelbel: siempre igual, pero distinto. Contar "hasta dos, hasta cinco", hasta infinito y sólo contar, no es ritmo. Es ruido: ráfagas de kalashnikov, cazas con tomahawk, el mismo avión contra la misma torre medio millar de veces... El diablo cuyas cartas nos reveló Lewis trataba de confundir al hombre en el ruido: "Aislamos y exageramos el natural placer del cambio y lo distorsionamos hasta una exigencia de absoluta novedad [...]Gracias a nuestros incesantes esfuerzos se mantiene la exigencia de cambios infinitos, o arrítmicos" que, en realidad, por romper la permanencia sin instalar nada nuevo, nada cambian: eterna novedad que camina en círculos. Ritmo y ruido conviven en tiempo y lugar. También hoy, la luz de navajas rasga la nuit de Madrid. También hoy el jazz Allen devuelve el alma a New York y una suite se asoció con una cadera velada al sur de Kabul. El ritmo, respetuoso y juguetón, enmudece cuando el ruido descarado e ignorante estalla desgarrando la noche madrileña, neoyorquina, afgana. El ritmo apuesta por cambiar sin tirar, por avanzar en espiral, por añadir sin desterrar, por compartir sin excluir. El ritmo trata con graves y agudos y, sobre todo, con su compañero el silencio. El ruido, en cambio, no se escucha ni a sí mismo. Tanto quiere tirar, desterrar y excluir que su línea recta, su calle de en medio, siempre acaba en círculos, siempre cuenta lo mismo: "Hasta dos, hasta cinco", hasta infinito. Si hubiera querido tratar con alguien... Benedetti susurra: "Pero, hagamos un trato, nada definitivo, yo quisiera contar con usted..." y el diablo introduce otro ruido: un SOL de madrugada, solitario, solivianta al poeta y le impide seguir con "¡es tan lindo saber que usted existe!"... Este verso, callado, nunca llega al corazón de un ruido que no sabe de tratos. Mundo de ritmos y tratos. Mundo de ruidos ingratos. Por favor, insiste el poeta, hagamos un trato.