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ANÁLISIS DE DEPORTES

Optimistas, pero sin pasarse

Fotografía

Por Roberto J. MadrigalTiempo de lectura2 min
Deportes18-06-2006

La primera fase del Mundial empezó como nunca para España: con un equipo de jugones que combinó firmeza en defensa –aunque todavía con alguna que otra colada que corregir–, toque y presión en el medio campo y mucha movilidad y mordiente en ataque. Lo cierto es que vistos los precedentes, es pronto para no ser escéptico. Aun así, España deslumbró y merece un voto de confianza para los siguientes partidos. El precedente que sirve es el anterior Mundial, en Corea y Japón: España empezó fuerte, pasó con apuros en octavos de final contra Irlanda y acabó perdiendo, con los recursos de siempre al infortunio, en cuartos de final. Si España hubiese ido ganando por dos o tres goles –no siempre es posible, pero las críticas se deben hacer de modo más amplio–, tal vez no habría sido necesario jurar en hebreo del árbitro egipcio Gamal El Ghandour. Nunca se sabrá. Por tanto, es muy pronto para lanzar las campanas al vuelo, aunque por lo visto hasta ahora, al menos, sí es verdad que la primera posición de grupo –y tener un cruce más accesible en octavos de final– está al alcance de la mano. Túnez, al igual que sucedió con Egipto en los partidos de preparación, es un rival bastante mejor de lo que se puede suponer a priori, con jugadores que conocen la liga española y un estilo de juego aguerrido y más físico que talentoso. Aun así, complicado, aunque España tiene suficientes argumentos para dominar el tempo y conseguir que los hombres de Roger Lemerre no le metan en problemas. Un triunfo, además, tendría premio: poder asumir una cierta rotación de los jugadores en el último partido de la primera fase, contra Arabia Saudí. El Mundial arroja visos para ser optimista, pues apenas Argentina y Ecuador han conseguido deslumbrar. Sin embargo, el conjunto dirigido por José Pekerman ha demostrado que también le sobra oficio, al contrario que la tricolor. El saber sufrir para sacar adelante los partidos ha sido la tónica, hasta ahora, de los teóricos favoritos como Alemania, Inglaterra, Italia y Brasil. La selección canarinha, al menos su once estelar, no funciona como un ciclón, y tan sólo la inyección de chispa de unos suplentes hambrientos de triunfar se antoja un elemento decisivo a favor del equipo de Carlos Alberto Parreira. Los equipos con un banquillo amplio, capaz de rendir tan bien o mejor que los titulares, son una apuesta segura para el título: en un torneo corto –apenas siete partidos–, pero exigente, mantener el ritmo es fundamental. Ojalá que España también sepa conseguirlo.

Fotografía de Roberto J. Madrigal