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ANÁLISIS DE ESPAÑA

Rubalcaba

Fotografía

Por Alejandro RequeijoTiempo de lectura4 min
España30-04-2006

Era el principal motivo de orgullo de la clase política catalana. El proyecto en torno al cual, tanto Gobierno como oposición se mostraban unidos por la misma causa. Cual mosqueteros, todos para uno y uno para todos, nacionalistas, aspirantes a nacionalistas, independentistas y ecosocialistas hacían gala de un consenso ejemplar. Todos salvo el PP claro esta. Sin embargo menos de un año después, aquellas sonrisas, aquellas fotos conjuntas, aquellas manifestaciones plagadas de triunfalismos parecen formar parte de un pasado muy lejano. El Estatuto catalán, la joya de la corona del Parlamento autonómico, ha dejado de significar cohesión para convertirse en la principal baza de enfrentamiento entre sus protagonistas, y lo que es más grave, para convertirse en el cáncer del Gobierno que lo impulsó. ¿Que ha podido pasar? ¿Cómo se explica un cambio tan radical en tan poco tiempo? ¿Como una reforma pensada para el éxito colectivo ha derivado en una jauría de lobos en la que cada uno lucha por sacar el mayor rédito político?. La respuesta es muy simple. Tiene nombre y apellidos: Alfredo Pérez Rubalcaba. Maragall, Carod, Mas y compañía se presentaron en el Congreso de los Diputados sacando pecho y con un Estatuto aprobado con el 90 por ciento de apoyos en la Cámara autonómica. Estaban dispuestos a retar a Madrid conscientes de que la unión hace la fuerza. Se pasearon por todos los medios de comunicación de la capital desplegando un discurso perfectamente cohesionado. Zapatero les había hecho una promesa y no la iban a dejar escapar. Pero quien tampoco iba a desaprovechar la oportunidad iba ser el PP. Rajoy dejó a un lado la batalla perdida del 11-M y se lanzó con todo a jugar la baza de la ruptura de España. Zapatero estaba en un aprieto. Con el texto a las puertas del Parlamento y con un PP crecido sólo un hombre podía sacarle del atolladero. Rubalcaba we have a problem. El presidente llamó a su jugador estrella y le encargó la negociación del texto. Rubalcaba, vio el panorama y pensó: contra la unión hace la fuerza, divide y vencerás. Dicho y hecho, en tan sólo unos meses y un par de retoques el trabajo estaba finiquitado. Sacó el término nación del articulado y le colgó la medalla del mérito a CiU. El resultado fue el inicio de una bonita amistad con los convergentes y el cabreo monumental de ERC (más por lo de la medalla que por lo de la nación). Con esto, el Gobierno se quitaba de encima un socio más bien problemático y ganaba otro de corte más moderado. Por su parte, el término nación en el preámbulo y el hecho de que ERC fuese la formación más disconforme con los retoques desnutrían de sentido el discurso apocalíptico del PP. Mientras Maragall iniciaba su particular vía crucis en silencio. El mismo que en su momento siguieron Bono, Paco Vázquez, Rosa Diez y demás ovejas negras de la familia socialista que no hace falta recordar donde acabaron por salirse de la línea oficial. Pero la jugada no acaba ahí. Tras la foto de Mas y Zapatero quedaba abierta la veda. El Estatuto es un pastel demasiado goloso como para dejar que se lo coma alguien en solitario y la avaricia ha roto el saco. De ahí el último movimiento de ERC. La formación idependentista ha optado por el voto nulo en el referéndum de aprobación de la reforma con lo que termina de poner fecha de caducidad a un Gobierno Tripartito que no ha funcionado. Todo esto lo consiguió Rublacaba de despacho en despacho, de reunión en reunión, de llamada en llamada. Como en tantas otras ocasiones el nuevo ministro del Interior sacó del problema a su jefe. De no existir, Zapatero tendría que inventarlo. Rubalcaba ha estado presente en todos los momentos claves del la legislatura y el éxito de Zapatero es en buena medida el de su hombre de confianza. Se trata de un político que a pesar de la desconfianza que genera, todo el mundo querría tenerle en su equipo. El último trabajo que le ha encargado el presidente ha sido la negociación con ETA. Si hay algo que debe tener claro Rubalcaba es que en esta gestión no vale el divide y vencerás. Los actos de Getxo y Barañain además de sembrar de dudas la veracidad del alto el fuego han introducido en escena la peligrosa sombra de la escisión en el seno de la banda. Un detalle peligroso que de producirse nos acercaría por primera vez al caso irlandés por la vertiente que menos deseamos. Mucho ojo.

Fotografía de Alejandro Requeijo

Alejandro Requeijo

Licenciado en Periodismo

Escribo en LaSemana.es desde 2003

Redactor de El Español

Especialista en Seguridad y Terrorismo

He trabajado en Europa Press, EFE y Somos Radio