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ANÁLISIS DE ESPAÑA

Maldito optimismo

Fotografía

Por Alejandro RequeijoTiempo de lectura3 min
España16-04-2006

El optimismo es un estado de ánimo saludable -tanto como el pesimismo- siempre y cuando se de en cantidades razonables. Administrado en su justa medida, el optimismo nos ayuda a ver y a juzgar la vida en su aspecto más favorable. El problema viene cuando uno se lo cree tanto que llega a magnificar las cosas. Al excedernos, caemos en la frivolidad y perdemos la perspectiva de la realidad para entrar en un mundo de ilusiones ficticias. Sin duda, el optimismo podría incluirse en esa larga lista de ismos que azotan la conducta del hombre postmoderno (subjetivismo, cientificismo, utilitarismo…). De una manera u otra, los tentáculos del optimismo exagerado nos han envuelto a todos en algún momento de nuestras vidas. ¿Quién no se ha presentado nunca a un examen habiendo estudiado lo justo?, ¿quién no ha desperdiciado tiempo, esperanzas y lágrimas en un amor imposible?, ¿quién no cae cada cuatro años en el error de creer que España puede ganar el Mundial? Somos la consecuencia de nuestro pasado, dicen, y lo cierto es que en nuestra historia encontramos también episodios en los que el optimismo llevado al extremo jugó un papel crucialmente dañino. Hace ahora 75 años, las ilusiones desmesuradas de una sociedad cansada de la monarquía impidieron anticipar y afrontar la realidad de la época convulsa que vendría después. Lo pagaron caro. Es un error ensalzar atolondradamente los cinco años que duró la II República del mismo modo que lo es culparla de lo que sucedió a continuación. Lo sensato sería estudiar y aprender del pasado para no repetir errores en el futuro. Y es que el exceso de optimismo, vuelve hoy, décadas después, a amenazar unos de los mayores retos de nuestra democracia: la lucha contra el terrorismo de ETA. A lo largo de los últimos dos años, la sociedad española ha ido desarrollado un sentimiento de esperanza -alimentado inteligentemente desde La Moncloa- que alcanzó su momento cumbre tras el anuncio de alto el fuego emitido por la banda. Los casi tres años sin víctimas y las ansias -o las prisas- por alcanzar la paz nos han llevado a perder la perspectiva de una realidad en la que la extorsión y el miedo no sólo han permanecido intactos, sino que tardarán mucho tiempo en desaparecer por mucho comunicado de ETA. Ahora ese optimismo ha sufrido un golpe a causa de la última remesa de cartas en la que los terroristas imponen, muy educadamente eso sí, su chantaje a los empresarios. ¿Un fallo de organización?, ¿una escisión en el seno de la banda? ¿o quizá sólo se trate de un mensaje para cierto Gobierno algo tardón en eso de mostrar su disposición a acercar presos o legalizar partidos que no condenan la violencia? Sea como fuere, todo el mundo se pregunta ahora por el futuro del proceso de paz. Pero si hay algo que caracteriza a los optimistas es su nula disposición a aceptar la realidad. Por ello, lo mucho que alcanzan es a preguntarse por la fecha en la que fueron enviadas estas misivas. Si fue antes del día 24, no habrá por qué preocuparse. Es decir, que si fue el 23 al filo de la medianoche todo bien, pero si fueron unos minutos después la cosa cambia. Qué frivolidad. Tal y como dijo ETA en su boletín interno, el cese de la violencia fue fruto de una larga meditación. Esto invita a pensar que los terroristas ya tenían planeado anunciar su alto el fuego antes de enviar las cartas. No hay más que ver el cambio de lenguaje utilizado. Por ello el mensaje de este nuevo movimiento de la banda es claro. Más allá del inminente proceso de paz, los terroristas han demostrado que no están dispuestos a disolverse. De lo contrario, no pedirían financiación. Seguramente el alto el fuego no sufra complicaciones, al menos hasta dentro de dos años, pero ¿qué sucederá cuando se les nieguen todas las exigencias de autodeterminación y amnistía que plasmaron en su comunicado? Todos estos aspectos deberían hacer reflexionar a más de uno. Ojo porque cuantas más ilusiones pones a la hora de alcanzar un fin y más optimista te muestras para ello, mayor es la frustración en caso de no conseguirlo.

Fotografía de Alejandro Requeijo

Alejandro Requeijo

Licenciado en Periodismo

Escribo en LaSemana.es desde 2003

Redactor de El Español

Especialista en Seguridad y Terrorismo

He trabajado en Europa Press, EFE y Somos Radio