ANÁLISIS DE DEPORTES
Una retirada discreta que merece algo más
Por Roberto J. Madrigal
2 min
Deportes16-04-2006
Quienes tengan recuerdos más recientes de Conchita Martínez tal vez no la valoren con toda la justicia. Aun así, y pese a diversas lesiones –como la que ha terminado por precipitar su retirada–, en las últimas temporadas la aragonesa pudo seguir engordando su palmarés con un par de títulos, hasta sumar 33 en su carrera, y sobre todo, ya al lado de una gran doblista como Virginia Ruano, conseguir en los Juegos de Atenas –los cuartos en los que participó– su tercera medalla olímpica. Unos éxitos inalcanzables, junto con la victoria de 1994 en Wimbledon –una final mítica, en la que sacó a relucir todo el potencial de su juego y se atrevió a amargar la retirada de un monstruo del tenis como Martina Navratilova– para cualquier otro jugador español. Así, a Álex Corretja, que sin ser uno de los grandes no es ni mucho menos un cualquiera, no le duelen prendas en afirmar que “muchos jugadores profesionales envidiamos sus logros y el nivel que ha mantenido a lo largo de toda su carrera”. Con todo, también es de justicia reconocer la impronta que el carácter de Conchita ha supuesto en su carrera. La oscense de Monzón ha dejado detalles de sinceridad, al afirmar que con la invasión de jugadoras jovencísimas en el circuito WTA llegaba un punto en que parecía sentirse fuera de él, pero sin tener una cuota de simpatía y popularidad a la altura de quienes mejor supieron hacer vender su imagen, Arantxa Sánchez-Vicario sin ir más lejos, ha tenido el reconocimiento que merecen los grandes jugadores. No en vano, incluso para una de sus grandes rivales y cocos como la alemana Steffi Graf, que le privó de llegar al número uno del tenis en su mejor época –allá por 1994 y 1995–, “Conchita siempre fue una gran persona. Con ella siempre se podía hablar de cualquier cosa y en cualquier momento”. Pero la buena de Conchita advierte, y hace bien en recordarlo, que las comparaciones entre los logros que ella –junto con la inseparable Arantxa, pese a sus cualidades tan diferentes– reportó al deporte español durante 18 años de carrera tenística y los resultados que se esperan de las jugadoras que actualmente forman parte del circuito femenino –varias de ellas instaladas entre las 50 mejores, pero en un discreto segundo plano en cuanto a sus éxitos deportivos– son injustas. Mal que pese, es necesario pasar página con los hitos de semejantes leyendas y pensar que su legado sirva como motivación para que otras jugadoras, sobre todo las futuras profesionales del tenis, trabajen duro para pulir, con ayuda de los entrenadores, su talento. Conchita aún no sabe a qué se dedicará en el futuro, pero sea lo que sea –entrenadora, asesora deportiva…– tendrá las puertas abiertas y toda la ayuda para decidirlo. Por su historial, sin duda, pocas lo merecen tanto como ella: ojalá que su decisión sea la acertada.
