DOS AÑOS DE GOBIERNO
La crispación entre PP y PSOE protagoniza el mandato de Zapatero
Por Antonio Pérez
5 min
España18-03-2006
Juntos, representan a la gran mayoría de los ciudadanos de España. Podrían consensuar leyes y trabajar codo con codo, sumando esfuerzos para hacer de España un país mejor. Sin embargo, cada vez parece que la distancia es mayor. Desde la llegada de Rodríguez Zapatero a La Moncloa, PP y PSOE han protagonizado una lucha sin tregua que no tiene precedentes en la reciente democracia española.
El 14 de marzo de 2004 el PSOE alcanzaba de nuevo el poder después de ocho años en el banquillo de la oposición. Con la bandera del cambio tranquilo y con la promesa de potenciar las reformas sociales, los socialistas iniciaron un gobierno que no habían previsto las encuestas. Desde el Partido Popular –a pesar de que asumieron públicamente la derrota el mismo 14-M-, todavía se escuchan voces que cuestionan el triunfo de Rodríguez Zapatero. Al traumático cambio que supone pasar de un Gobierno con mayoría absoluta a las filas de la oposición se le unieron las duras críticas recibidas por la gestión de la información durante los días posteriores al 11-M. Este nuevo motivo de rechazo se sumó a criticas anteriores como las recibidas por otros asuntos como la guerra de Iraq, el Prestige y el caso del Yak-42. Con estas premisas, es más fácilmente comprensible el clima que, desde ese 14-M hasta dos años después, cuando se alcanza el ecuador de la presente legislatura, ha imperado en las relaciones entre los dos principales partidos españoles. El 11-M ha estado presente como un fantasma y, de hecho ha servido como un eterno campo de batalla política. Durante la Comisión de Investigación se dieron cita tanto responsables policiales como políticos –Desde Aznar hasta Zapatero- y víctimas. Ahí ya se puso de manifiesto la disparidad de ideas y el uso de asuntos tan delicados como la lucha antiterrorista para tratar de desprestigiar al adversario político. Tanto la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT) como la Asociación de Víctimas del 11-M mostraron públicamente sus diferentes posturas que se vieron recrudecidas tras la llegada de Gregorio Peces-Barba como Alto Comisionado para las Víctimas del Terrorismo. En este sentido, incluso determinados sectores afectados han promovido en las últimas semanas manifestaciones multitudinarias en contra de la política antiterrorista llevada a cabo por el Gobierno de Rodríguez Zapatero. El PP se ha sumado a estas reivindicaciones e, incluso, ha mantenido en la agenda política la lucha antiterrorista como medida para desprestigiar al Gobierno socialista. PSOE y PP se acusan mutuamente de haber roto el Pacto de las Libertades y Contra el Terrorismo que ambos firmaron cuando Zapatero era el líder de la oposición. Pero el terrorismo no ha sido el único desencuentro entre ambos partidos. El modelo de Estado y los Asuntos Exteriores Las disputas sobre el orden territorial del Estado y la remodelación de los Estatutos de Autonomía también han sido un punto clave de la presente legislatura. A pesar de que Rodríguez Zapatero abogó desde su llegada a La Moncloa por una descentralización de competencias y por la potenciación de las Comunidades Autonómicas, desde el PP la crítica a asuntos como el Estatuto catalán ha supuesto un activo continuo en sus reproches al Gobierno. El partido liderado por Mariano Rajoy considera que el apoyo al texto cuestiona la misma idea de estado español al determinar unos derechos diferentes para los catalanes y para el resto de los españoles. Además de convocar manifestaciones contrarias a la aprobación del nuevo Estatuto de Autonomía catalán, el PP también ha iniciado hace unos meses una campaña de recogida de firmas al defender que el Estatuto supone “una remodelación encubierta de la Constitución Española“. También en los Asuntos Exteriores –una materia en la que generalmente se tiende a apoyar al partido gobernante- se han dado notables encontronazos entre ambos partidos. La retirada de las tropas de Iraq en cuanto Zapatero tomó posesión supuso el inicio de un giro de 180 grados a la política exterior mantenida hasta el momento. De la alianza atlántica se pasó a un apoyo más cercano al eje franco-alemán. Además de trata de fortalecer el respaldo hacia determinados países iberoamericanos. Por este motivo, la venta de material de Defensa a países como Venezuela o la simpatía mostrada por el Ejecutivo de Zapatero ante la tendencia a la izquierda que están desarrollando algunos países como Bolivia no han sentado bien en las filas del PP. La Unión Europea también ha servido para mostrar las discrepancias entre PP y PSOE, especialmente cuando se tuvo que negociar el futuro de las ayudas del Fondo de Cohesión. Las críticas por la nueva balanza de poder así como por las ayudas que percibirá el país en el próximo ejercicio económico también ha servido como caballo de batalla para cuestionar la política exterior del PSOE. A todo esto se le añaden otros asuntos como la aprobación de matrimonio entre personas del mismo sexo, la nueva Ley de Educación, la devolución de los papeles de Salamanca o la política de inmigración, entre otros, que también han servido para mostrar un clima de enfrentamiento directo. Una Cámara cada vez más crispada El último ejemplo tuvo lugar hace unos días en el Congreso de los Diputados, a raíz de un viaje de la vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, a Kenia y Mozambique. Allí, De la Vega se vistió con el traje típico para participar en un acto con mujeres de la zona, algo habitual cuando los políticos acuden a un país con una cultura diferente. Con motivo de este hecho, el portavoz del PP en el Congreso, Eduardo Zaplana, aprovechó para espetar a la vicepresidenta: “Cuánto ganaría la Cámara si usted, que es tan aficionada a disfrazarse de vez en cuando, un día, aunque sólo fuera un día, se vistiera de vicepresidenta del Gobierno y cumpliera con la obligación de responder a lo que se le pregunta en la sesión de control”. La respuesta no se hizo esperar. De manera dura y con aire enfadado, De la Vega replicó que se sentía orgullosa de representar a su país y admitió preferir esas fotografías que la de las Azores –en referencia al anterior Ejecutivo de Aznar-. No terminó ahí su intervención: “No sé si será un problema de ignorancia, que sería inexcusable; de maledicencia, que sería intolerable; o de machismo, que sería detestable. Creo que son las tres cosas, señoría”, reprochó la vicepresidenta a Zaplana. Para entonces, las mayoría de las diputadas socialistas y de Izquierda Unida, junto a algún diputado, ya había abandonado el hemiciclo en protesta por las palabras del portavoz popular. Un ejemplo más de desavenencias entre los dos principales partidos españoles.
