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ANÁLISIS DE ESPAÑA

El Parlamento ha muerto

Fotografía

Por Alejandro RequeijoTiempo de lectura3 min
España12-02-2006

Se ruega un minuto de silencio por la muerte del Congreso de los Diputados. Ya lo adelantó uno de los expertos en el campo de la comunicación política, Juan Ignacio Rospir. “Más que el Parlamento, la televisión es el gran foro público donde se debate lo que a todos atañe y donde se libran las batallas por el poder“. El auge de los medios de comunicación y en especial la televisión, sumado al hecho de que el electorado le haya otorgado a la caja tonta la autoridad de ser su única fuente de recepción de información, ha derivado en lo que los estudiosos de la opinión publica coinciden en llamar la democracia mediática (mediocracia). La clase dirigente esta desplazando los habituales órganos de representación democrática en favor de una nueva herramienta mucho más eficaz para sus intereses. Hace nueve meses, la mayoría del Congreso respaldó una moción presentada por el PSOE en la que se autorizaba al presidente a entablar contactos con ETA siempre y cuando la banda mostrase su voluntad de abandonar las armas. Pero aquel apoyo llevaba implícito un compromiso: Zapatero debía dar cumplida cuenta, ante esa misma Cámara, de las informaciones a su alcance antes de dar un paso de tamañas dimensiones. A día de hoy, el líder socialista ha faltado a su promesa con el hemiciclo, y por consiguiente, con toda la población española que se ve representada en cada uno de los escaños que conforman el Parlamento. Esa falta no se debe a que ya halla iniciado contactos en secreto con los terroristas -que ese es otro tema y cada uno es libre de creerse lo que le de la gana- sino porque de momento Zapatero ha preferido manifestar su optimismo en torno al proceso de paz fuera del hemiciclo. Un plató de televisión, una comparecencia ante periodistas y un periódico ruso han sido los medios elegidos por el presidente para informar acerca de uno de los principales temas de preocupación de los españoles. Lejos han quedado aquellos días en la oposición en los que, entre pancartas y manifestaciones, Zapatero se comprometía a devolver al Parlamento el protagonismo de la actividad política. Pero los dictados de la campaña continua no conocen límites ni entienden de sensibilidades. No importa que el tema de discusión sea ETA o las reformas estatutarias, da igual un bando u otro. Al final todos acaban cayendo en la tentación de la disputa por la opinión pública. Los que se erigen como los garantes de la dignidad y el respeto a las víctimas ya se han apresurado a retar a Zapatero a un debate sobre la política antiterrorista. Pero eso sí, televisado, a ser posible en horario de prime time y en la cadena de máxima audiencia por favor. Llegados a este punto, uno se pregunta para que ha quedado entonces el Parlamento. La Cámara Baja -de la Alta mejor ni hablamos- no sólo ha sido relegada a un segundo plano sino que ahora el hemiciclo, con sus focos de televisión incorporados, no es más que otro escenario al servicio de la mediocracia. El debate serio y constructivo ha dado lugar al insulto ordinario y carente de contenido. Ahora bien, todo muy medido para que la frase clave quepa en el bloque de los informativos de la noche. Todo esto responde a una inquietante necesidad. La apuntaba, cinco siglos atrás, el que es considerado como el padre de la ciencia política. Nicolás Maquiavelo dijo: “La naturaleza de los pueblos es muy poco constante: resulta fácil convencerles de una cosa, pero es difícil mantenerlos convencidos.” Quien nos lo iba a decir, herederos y a la vez víctimas de Maquiavelo. En fin, gracias por su minuto de silencio.

Fotografía de Alejandro Requeijo

Alejandro Requeijo

Licenciado en Periodismo

Escribo en LaSemana.es desde 2003

Redactor de El Español

Especialista en Seguridad y Terrorismo

He trabajado en Europa Press, EFE y Somos Radio