SIN ESPINAS
Libertad sin precio
Por Javier de la Rosa
2 min
Opinión12-02-2006
No habrá paz sin justicia, ni justicia sin amor, ni amor sin libertad, ni libertad sin verdad. En este mundo lleno de desigualdades; intelectuales, maestros, políticos, abogados, empresarios, periodistas, todos podemos convertirnos en parte del problema o en parte de la solución. Sin embargo, hemos llegado a un punto en el que sólo nos entendemos en la dialéctica del enfrentamiento. Ante la desorientación a la que nos lleva una cultura difusa, de ideas ambiguas y conceptos ambivalentes, satisfacemos nuestra necesidad de pertenencia incrustándonos en la trinchera que más fácil se adapta a nuestro modo de entender el mundo. Pero ¿puede el hombre superar esa adhesión tan instintiva? Sí. Cuando cambia su actitud ante la vida, cuando se da cuenta de que la verdad contenida en la realidad es mucho más rica que la que se atisba con los viejos y limitados anteojos de la razón pura; aquella con la que enjuiciamos todo. La admiración, el verdadero reconocimiento de la ignorancia fruto de la humildad y la apertura al misterio nos ponen en el gran camino hacia la verdad. Esa, la únicamente capaz de hacernos libres y por tanto felices. La crisis de las viñetas de Mahoma nos ha vuelto a mostrar una radiografía clara del momento en el que vivimos. Un ser humano que siempre empieza por mirar la paja en el ojo ajeno antes que la viga en el propio. Uno no llega nunca a saber cuánto hay de ignorancia o de maldad en todo ello, tal vez porque la combinación de ambos ingredientes en distinta proporción conformen este amargo pastel. De esta manera, mientras que unos desconocen la constitución y el sentido de los propios valores que antaño construyeron su civilización, otros los pisotean y los aprovechan para darle un uso irresponsable. Todo derecho a la libertad, incluida la de expresión, lleva consigo la obligación de hacer un uso responsable del mismo. De lo contrario, ese derecho se convierte en el privilegio de unos pocos y en la esclavitud de quienes son víctimas de ese uso irresponsable. ¿Qué es lo que determina el uso responsable de la libertad? La verdad y la bondad de todos y cada uno de los actos en los que se haya ejercido esa facultad que se nos ha conferido. ¿Y qué nos dice que un acto es bueno y verdadero? La realidad misma del acto y sus consecuencias. Allí está la verdad que tenemos que buscar y descubrir. ¿Qué dirán ahora el autor del libro donde aparecían las caricaturas de Mahoma y los periódicos que las publicaron? ¿Qué los muertos que han causado son mártires de la libertad de expresión? No podrán responder porque actuaron irresponsablemente. Daños colaterales dirán los más pérfidos. La libertad no tiene precio porque es un derecho del hombre y los derechos humanos se tienen y defienden, pero no se compran.
