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SIN CONCESIONES

El cántaro a la fuente

Fotografía

Por Pablo A. IglesiasTiempo de lectura2 min
Opinión10-02-2006

Zapatero es un optimista antropológico. Él mismo lo reconoce. No es de los que ve la botella medio llena. No. El presidente del Gobierno cree siempre que está repleta, e incluso desbordada. Más que optimista es entusiasta. Zapatero lleva más de un año pronosticando el fin de la organización terrorista ETA sin ningún dato, ninguna prueba, ningún indicio, ninguna señal, ningún argumento, ninguna razón. Sin nada. Habla de "esperanza" de paz, de "oportunidades" para el País Vasco, del "momento" para acabar con la violencia, de "confianza" en la política. Son frases tan bonitas como oportunistas cuyo único objetivo consiste en moldear la opinión de los ciudadanos ante una futura negociación con los terroristas. El propio Zapatero está convencido de que está próximo el momento de dialogar con los terroristas. Al parecer tiene datos, pero no los cuenta. Conoce las intenciones de la banda, pero niega haber hablado con ella. Percibe ansias de paz, pero no explica de quién. Todo parece una ilusión, pero él se muestra convencido de que España vive "el inicio del principio del fin de la violencia". Frente a sus deseos pintados de oficialidad, la realidad dibuja un cuadro antagónico al que esboza Zapatero: los terroristas cometen atentados todos los meses, ETA sigue presente en el Parlamento del País Vasco a través del PCTV, Batasuna actúa como cualquier otro partido pese a estar ilegalizado, Otegi esquiva la prisión por un incomprensible error de la Justicia, el Gobierno cesa al fiscal que más ha luchado contra la banda armada durante los últimos años, etarras sanguinarios vislumbran su salida de prisión sin cumplir el 1% de su condena... Esto sí que son datos y pruebas. El Gobierno, hasta ahora, sólo aporta palabras. Esclavo de su propia ilusión, Zapatero juega al ilusionismo con los españoles. Trata de alimentar los rumores sobre una tregua que nunca llega y que recuerda en exceso a la trampa que ETA organizó en 1998. Aznar picó el anzuelo hasta que el entonces ministro Jaime Mayor Oreja le despertó del sueño de todo inquilino de La Moncloa. En cambio, Zapatero persiste agarrado a la almohada sin atender a las víctimas, sin escuchar el clamor ciudadano y sin querer informar a la oposición. Luego se enfada por las críticas del PP y se sorprende por el mayoritario rechazo social al diálogo con los terroristas. Quiere que los españoles confíen en él cuando todas sus declaraciones y todas las acciones del Gobierno van encaminadas a una negociación con ETA. Pobre optimista ilusionado. Debería saber que, de tanto ir el cántaro a la fuente, al final siempre acaba por romperse.

Fotografía de Pablo A. Iglesias

Pablo A. Iglesias

Fundador de LaSemana.es

Doctor en Periodismo

Director de Información y Contenidos en Servimedia

Profesor de Redacción Periodística de la UFV

Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito