EL REDCUADRO
Jueces duralex
Por Antonio Burgos2 min
Opinión07-10-2001
En el juicio por la mano en la manteca de los fondos reservados ha habido algo peor que la desafiante chulería de Corcuera. Algo más inquietante que descubrir que Barrionuevo, con el "papá, pupa", va de Miliki y Milikito, en una sola pieza, de la antigua Banda del Empastre de Interior, donde Rafael Vera, con frialdad de agente de la Gestapo al que sólo le falta el abrigo de cuero, se resiste a ser el payaso de las bofetadas. Ha habido algo más terrible que comprobar en manos de quiénes estábamos: confirmar en manos de quiénes tenemos que seguir estando. No me refiero a los acusados que estaban en las butacas-banquillo haciendo el desafiante número de la cabra, sino a los que con toga se sentaban en el estrado. Lo más espantoso no es eso que dice el vulgo de que los delincuentes entran en el juzgado por una puerta y salen por otra. Lo desazonante es que en este entrar y salir de chorizos, permanece allí la charcutería togada de los mismos jueces. Con razón no dejan entrar cámaras de televisión en los juzgados. Ahora me lo explico. No es por preservar la intimidad y la imagen de los acusados, en la fábrica de papel de fumar de la presunción de inocencia. Es para que no presenciemos el triste espectáculo de la Justicia. Para que no contemplemos charlotadas judiciales como las del presidente del tribunal de los fondos reservados, que parece que tiene las mismas ganas de absolver a los encartados que de echarle la perpetua al fiscal Luzón, por el atrevimiento de no tener un respeto, una consideración y una cosa con estos tres bruñidos espejos de la moral y la ética progresistas. Me conformaría con que los jueces españoles hubieran llegado a la misma conclusión que los maestros: que en una sociedad libre es necesaria la mano dura. Hoy por hoy, lo de "Dura Lex, sed Lex" se escribe todo junto: "duralex". La Justicia es un vaso de duralex que se ha hecho añicos. Se necesitan Aranzadis enteros para anotar los derechos de los acusados, mientras los pisoteados derechos de quien ha sido asaltado, robado, atracado, acuchillado, caben en las breves líneas de un auto de puesta en libertad. Si a usted mañana le revientan el piso, es más que probable que el ratero tenga en su haber 30 detenciones anteriores, y otras tantas puestas en libertad. Si los jueces no fueran como los que hemos descubierto por culpa de Corcuera, usted y 29 ciudadanos anteriormente se habrían visto libres del robo, del atraco, del asalto. Hubiera bastado un solo juez del "Dura Lex" y no estos jueces de duralex con reaños de plastilina, para que ese colombiano, ese argelino, ese ucraniano que hoy se llevará las joyas de su mujer hubiera sido puesto donde tiene que estar: o en la cárcel o en la frontera. Un día nos estremecimos todos con el crimen cometido por el moldavo. ¿Cuántos moldavos hay por ahí en libertad, tras 40 0 50 detenciones? Muchos más que Corcueras...
Seguir a @AbeInfanzon
Antonio Burgos
Columnista del diario ABC
Andaluz, sevillano y del Betis
** Este artículo está publicado en el periódico ABC y posteriormente recogido de AntonioBurgos.com por gentileza del autor