CRÓNICAS DEL ESPACIO INTERIOR
Palabras ¬esquelétricas¬
Por Álvaro Abellán2 min
Opinión07-10-2001
Las desgracias unen. Qué desgracia que, sin desgracias, la gracia haga mutis por el foro sin decoro. Lección para niño pequeño que muere de viejo sin empeño, dolido de estar tan solo. Tan solo a un gesto desprendido de no estar solo. Tan solo triste, solo. Como conceptos en los huesos -en las letras-, sin carne caliente, que alimentan el Cancerbero de la inteligencia y matan la estética de la creatividad, el juego, el encuentro. Cuando las palabras ya no saben hacer el amor porque no se gustan a sí mismas el lenguaje pierde hasta la sangre. La tinta seca de las páginas macilentas que llena de frío y muerte las bibliotecas de quien habló para sí sin escucharse -de quien habló para otros sin conocerse- cae convertida en polvo, mas polvo ensimismado. La vida sexual de las palabras nada tiene que ver con verborrea, exquisitez, soledad, orgullo, prepotencia, dominio, posesión. Sólo con un juego, con que la anterior ve que con cariño le siguió la posterior. La vida sexual de las palabras mide -mejor: revela- la temperatura de su amor. Profetas y Mesías contaron lo mismo en tiempos y lugares distintos. Los grandes Jesús y Buda cambiaron Occidente y Oriente y, ¿casualidad? Sin firmar para la Eternidad ninguna oscura letra. Quizá no vendían palabras. Quizá no se vendían a sí mismos. Quizá sabían que las gracias y desgracias tampoco cambian al niño, si el niño no quiere. Quizá sabían que hasta las palabras esquelétricas encuentran Cancerberos de la inteligencia que las roen hasta coincidir en la única palabra sin pizca de matiz ni chicha, "Nada". "Nada como puedas por salvarte", le dice el arbusto americano grande a su pequeño W. Y es que el Madrid, después de la peor racha en 70 años, gana dos a cero, y el Barça pierde. Algunas veces -viene a decir un anuncio-, hablar de fútbol con los amigos es mejor que jugar solo. El niño malo se engaña. Cree que encontrar apoyos y diálogo para destruir algo es dejar de estar solo.