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SIN CONCESIONES

Limpio como una patena

Fotografía

Por Pablo A. IglesiasTiempo de lectura3 min
Opinión16-10-2005

Ya estoy más tranquilo. Después de escuchar a Zapatero, he comprendido que no hay razones para ponerse nervioso por la reforma del Estatuto de Cataluña. Aunque el Partido Popular meta miedo, yo estoy relajado porque el presidente del Gobierno tiene ocho fórmulas mágicas para corregirlo y amoldarlo a la Constitución. Lo cierto es que a mí no me causan incertidumbre las manifestaciones catastrofistas de Rajoy, Acebes y Zaplana. En absoluto. Las que en realidad me generan temor son las de Juan Carlos Rodríguez Ibarra, Francisco Vázquez, José Bono, Alfonso Guerra y Felipe González. Cuando tantos socialistas critican un estatuto aprobado por su propio partido en Cataluña... ¡por algo será! Zapatero promete ahora corregir en Madrid los elementos de inconstitucionalidad que no ha sido capaz de enmendar en Barcelona. Y encima quiere que confiemos en él. Su estrategia es fácilmente reconocible. Quedó como el más nacionalista de Cataluña al apoyar un estatuto soberanista y ahora pretende quedar como el más constitucionalista de España al limpiarlo de impurezas en las Cortes Generales. Como si estuviera al frente de un circo, Zapatero busca lograr el más difícil todavía. Intenta quedar bien con todo el mundo en todas partes sin asumir el riesgo de quedar mal con todos. Mariano Rajoy también cayó en la misma ingenuidad cuando Aznar lo eligió su sucesor. Sin embargo, con el tiempo ha comprobado que lo más honesto -con los demás y uno mismo- es defender tus principios y convicciones. Zapatero comienza a padecer las consecuencias de esa hipócrita sonrisa que intenta compensar sus polémicas decisiones. En una semana ha conseguido que le abucheen en el desfile de la Fiesta Nacional y en la XV Cumbre Iberoamericana. Mal augurio para quien sólo lleva un año y medio de mandato. En este tiempo ha ridiculizado, entre otros, a los defensores de la familia tradicional, a los ciudadanos de Salamanca, a los católicos, a las víctimas del terrorismo y al gobierno estadounidense de George W. Bush. El estatuto catalán ha colmado la paciencia de millones de españoles, incluidos muchos simpatizantes socialistas. Quienes votaron a Zapatero tras los atentados del 11-M comienzan a arrepentirse. Él promete que el estatuto va a quedar "limpio como una patena" pero el subconsciente vuelve a traicionarle. Un defensor a ultranza del laicismo como el presidente del Gobierno recurre a términos católicos para tranquilizar a quienes no confían en su palabra. Zapatero quiere dejar el estatuto como el platillo dorado donde descansa la hostia consagrada antes de la comunión. ¿Qué opinará Carod-Rovira de semejante comparación? Este nuevo desliz del presidente echa por tierra todas sus reivindicaciones laicistas y demuestra una vez más las profundas raíces católicas de España. Ya quedó en evidencia cuando se fotografió con Juan Pablo II en su última visita a Madrid o cuando fue el primero en enviar un telegrama de felicitación a Benedicto XVI tras su elección. Es tanto como llamar fracasada a la futura canciller de Alemania el mismo día que ha ganado las elecciones. Lo de Zapatero no tiene remedio. Mientras ridiculiza a quienes no piensan como él, su incoherencia, soberbia y falta de oportunidad política hacen que sea él quien acaba haciendo el ridículo.

Fotografía de Pablo A. Iglesias

Pablo A. Iglesias

Fundador de LaSemana.es

Doctor en Periodismo

Director de Información y Contenidos en Servimedia

Profesor de Redacción Periodística de la UFV

Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito