ANÁLISIS DE LA SEMANA
Cuento de un hijo despistado
Por Almudena Hernández2 min
Sociedad01-05-2005
Alguna vez en algún lugar hubo un hijo despistado de cariño. El pequeño no alcanzaba a entender porqué a su edad la vida era tan perra, pero aún no había perdido la esperanza de cambiar su mundo, de cambiar el mundo. Cada vez que se pintaba colorete aquella flor del patio el hijo despistado soñaba con tener un jardín entero y alguien a quien regalársela el día de la madre. Conocía apenas un puñado de primaveras. Todavía le sobraban dedos de las manos para contarlo. Mientras especulaba con su flor la monjita que le cuidaba la cortó a ras y el hijo despistado se inundó de lágrimas. Luego, la sal que recorrió sus mejillas fue de alegría. La monjita le entregó la flor porque una madre había venido a buscarle: su madre. En el breve paseo hasta la salita, de la mano cálida de la religiosa, el hijo despistado especulaba a ponerle rostro a la visita. En el trayecto hubo un momento para la nostalgia. Recordó aquellas primeras vivencias de cuando pisó por primera vez el horfanato, cuando los mayores se reían de él y le contaban no sé que cosas feas de que su madre tenía que haber abortado, un error de un rato. Era un hijo al fin y al cabo que ahora tenía una madre y otra oportunidad. Ya la intuye. Al otro lado del visillo se adivina la silueta de aquella madre. Ya la observa. Ya le abraza. Ya lloran juntos en un llanto único bajo la mirada expectante del nuevo padre expectante, callado y contento. Contentos están todos. Les debe una. Les debe muchas. Mientras se van al coche se promete no fallarles nunca, no olvidarse de ellos, por muchas cosas y muchos años que pasen, aunque no les entienda. No sabe lo que le dicen. Lo del idioma es lo de menos. Habrá tiempo para aprenderlo. Quizás, un día, cuando sea grande, pueda contar su historia a muchos niños grandes y pequeños llegados de cerca o de lejos.
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Almudena Hernández
Doctora en Periodismo
Diez años en información social
Las personas, por encima de todo