ANÁLISIS DE LA SEMANA
¡Wojtyla dimisión!
Por Almudena Hernández2 min
Sociedad13-02-2005
Así se podría titular la película de las que mentalmente muchos ya han escrito el guión. Seguro que se llevaría el oscar al mejor maquillaje por empolvar la realidad con sombra aquí y sombra allá... Así se entienden muchas de las cosas que son noticia últimamente. Cuando uno le quita el maquillaje, debajo de tanto potingue, sólo hay un esqueleto, porquería, caca de vaca: mierda. Hasta a los muertos les dan colorete para que no parezcan que se han ido al otro barrio. La sociedad contemporánea sólo quiere saber de lo políticamente bonito, lo estéticamente feliz, lo cínicamente perfecto, lo inhumanamente progresista. Y si las cosas no son así, se pintan un poquito. A matar embriones lo llaman ahora "seleccionar" para que nazcan niños medicamento. Con un poquito de rimel algunos dan color a la clonación, moralmente reprobable, porque es "con fines terapéuticos". También afirman que el trabajo anima a abortar a muchas mujeres cuando una de cada cuatro ya está acostumbrada a matar al niño que ha engendrado. Un poquito de perfume de feminismo confunde el olor a muerte: es por la incorporación de la mujer al trabajo, las condiciones laborales y demás, dicen. En este ambiente opresivo de lo que debe ser no estrañan actitudes como la del negro que se opera para que su piel blanquee. A este paso van a querer descolorearse los millones de inmigrantes que viven en España para integrarse con buen talante. En este negocio seguro que no han pensado esas clínicas clandestinas de lo estéticamente correcto, de los flacos huesudos y los obesos timados. Ahora va a resultar que la inmigración también da puestos de trabajo. ¿Alguien se ha parado a pensar lo que significa mestizaje? Wojtyla es un inmigrante polaco en el Vaticano. Se salvó de una guerra, picó piedras en una cantera, se salvó de un atentado y como todo hijo de vecino a su edad, de vez en cuando se pone malo. Claro, que está viejo y tiene un rostro arrugado de cansancio que no gusta ver. Quizás debería haber aprovechado su paso por un hospital romano para estirarse un poquito el cutis porque resulta desagradable cuando sale en la televisión. Y encima dice que no se va. Camila debe estar mosqueada por si en una de estas el Santo Padre le joroba la fiesta. Quizás con un poquito de maquillaje todo se arregla.
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Almudena Hernández
Doctora en Periodismo
Diez años en información social
Las personas, por encima de todo