CRÓNICAS DEL ESPACIO INTERIOR
Biografías sin sentido
Por Álvaro Abellán
3 min
Opinión06-02-2005
El anti-héroe es una invención postmoderna. Se comprende, en cierto sentido, como reacción irracional contra una modernidad que encumbra al “hombre útil” y pisotea la dignidad del “in-válido”. El artista que comprendió el horror del nazismo y el comunismo y que ha visto esos mismos males en el capitalismo imperante, necesita expresar de alguna manera que el hombre es más que un homo faber. Que la dignidad y el valor de la persona no nacen de su utilidad, de sus virtudes, de su imagen pública, del dinero que ingresa o de la repercusión social de sus acciones. Muchas de las nuevas biografías llevadas al cine pueden leerse también en esta clave. Películas como Alejandro, Ray y El aviador, al margen de sus virtudes y deméritos fílmicos, ahondan en esta brillante intuición de que el héroe es también humano. A veces, demasiado humano. Al juntar las proezas y miserias de grandes personajes parecen haber inventado un género, la pseudo-épica, que consiste en mostrar personajes esquizofrénicos que encadenan episodios de su vida aparentemente contradictorios: debilidad y fuerza, sequedad espiritual y fuerza creativa, miedo y temeridad, etc. Mostrar lo paradójico de la condición humana es la fuerza de estas obras. No demostrar que la paradoja es contradicción sólo aparentemente, es su debilidad. En estas tres películas falta sentido. Y, lo que es peor: no son capaces de mostrar que los males que sufren sus protagonistas vienen precisamente de la falta de sentido. La debilidad de Alejandro no está en su condición sexual, sino en la huída de su madre y de su hogar en una carrera sin fin. Como ya explicaba el humilde Principito, “adelante, siempre adelante, no se puede llegar muy lejos”. Por muchas tierras que conquistara el joven Alejandro, nunca escapó de sus pesadillas y miedos. Además, ni la guerra ni la conquista sacian el corazón del hombre. De ahí que el protagonista resulte tan anodino en sus arengas a las tropas, tan distante de hombres con ideales y claros proyectos como los que retratan Gladiator y Braveheart. Si el realizador de esta cinta hubiera planteado el sentido o sinsentido de la misión de Alejandro, comprenderíamos mejor el contraste entre su fuerza y debilidad. El aviador Howard Hughes tiene sueños similares a los del Alejandro de Stone: más arriba, más alto, más deprisa, para no contagiarse de los demás, para estar en cuarentena. Otra huída que no puede encontrar cobijo. El genial Scorsese sí muestra cómo estos sueños son inalcanzables: Hughes nunca está satisfecho, no porque su sueño técnico sea siempre superable, sino porque el agua del progreso no sacia la verdadera sed del hombre. Así, el aparente triunfador se encuentra cada vez más esclavo de su locura: cuanto más se acerca a su sueño, cuantas más marcas supera, más esclavo de su locura. El Ray Charles encarnado por el genial Jamie Fox es capaz de enseñarnos cómo su arte es inseparable de su biografía y de sus tormentosas relaciones con las mujeres de su vida. No obstante, el filme es incapaz de enseñarnos qué le hace capaz de mantenerse al margen de la droga: qué sentido es capaz de encontrar en una vida que ya le había dado materialmente todo lo que podía darle. ¿Por qué la película acaba en ese momento? Tres biografías estrenadas casi simultáneamente. Tres historias que en estos tiempos difíciles recuperan la imagen del héroe, eso sí, mostrándonos su lado oscuro. Tres historias contadas a base de escenas encadenadas, pero sin un claro sentido o hilo conductor que explique a fondo las fuerzas y debilidades de los personajes. Tres protagonistas cuyas madres tienen mucho que ver con el desarrollo de sus vidas. Tres supuestos triunfadores. Tantas coincidencias que nos llevan a pensar, de nuevo, si así son las cosas; o si así, en esta época histórica, queremos que nos las cuenten.
