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ANÁLISIS DE LA SEMANA

El Papa pachucho

Fotografía

Por Almudena HernándezTiempo de lectura2 min
Sociedad03-02-2005

Juan Pablo II está malito, enfermo, pachucho. Pero parece que todavía le queda otra oportunidad. Muchos dicen que debería jubilarse, que no está bien que el anciano esté de un lado para otro con su rostro cansado y su cuerpo torpe. Quizás el enfermo sea el mundo y no Wojtila, y no lo que representa. El mundo no quiere ver el dolor. El dolor estéticamente no es bonito, y por eso el mundo rehúye de la muerte y del dolor, busca las explicaciones fuera, cuando muchas preguntas se contestan en el corazón. Sólo hay que tener el valor y las ganas para hacerlo. Quizás el enfermo sea el mundo, que quiere tapar la boca a quien antepone el amor a la lógica, el bien al interés. Cada vez que el Papa estornuda seguramente que hay alguno que le daría una inyección letal. Así se acabaría el sufrimiento de un plumazo sin necesidad de tratamientos costosos en dinero y fuerzas, pensará. Pero el Papa viajero ya ha burlado en varias ocasiones a la muerte, cuando otros a su edad llevan mucho tiempo con las manos frías y el retrato olvidado. Pero es ahora que está tremendamente achacoso cuando más fuerza refleja, porque está lleno de inocencia, de transparencia, de humildad y, más cerca que nunca y que nadie de la Divinidad. Sabe que la hora se acerca, que en una de estas se va. Pero será en otra ocasión. Wojtila tiene aún muchas debilidades aquí. El vicio del Papa es la vida. Está enganchado a la justicia y a la verdad. Está enamorado de Dios y del hombre. Y su idilio, pase lo que pase -"cuando Dios quiera", dice-, será de los que quedan anclados en la eternidad. Quizás lo de las palomas de hace unos días fue una señal. No querían salir volando desde la ventana en la que el viejo Papa estaba. Quizás, a su lado tenían más libertad. O quizás le decían al Papa anciano que aguantase un poquito más para enderezar los renglones torcidos con los que escribe Dios o los de los hombres. Quizás...

Fotografía de Almudena Hernández

Almudena Hernández

Doctora en Periodismo

Diez años en información social

Las personas, por encima de todo