LA RÉPLICA
Año… de grescas
Por Roberto J. Madrigal2 min
Deportes26-12-2004
Quién sabe si por alguna extraña conexión con el cambio de Gobierno –que lo suyo ha tenido que lidiar con problemas como las veleidades separatistas de las federaciones deportivas catalanas, que aún siguen a lo suyo, erre que erre–, pero lo cierto es que al año que termina le han sobrado rencillas, sospechas, roces y trifulcas. Lo que hace indicar que aún hay mucho trabajo para conseguir que el deporte español sea como Fuenteovejuna, es decir, que nadie quiera seguir haciendo la guerra por su cuenta. Es más, se antoja casi imposible. Quizá ésa sea una de las cuestiones más peliagudas para el secretario de Estado para el deporte, Jaime Lissavetzky, porque la lucha contra el dopaje, aunque con algún que otro daño colateral, sí parece estar dando buen resultado. El caso es que pocos o ningún deporte ha salido bien librado. El fútbol con la crisis provocada tras la Eurocopa y el cambio de seleccionador –expediente incluido por las manifestaciones tomadas por racistas– que ha acabado salvando la cara de Ángel María Villar en las elecciones a la RFEF. El baloncesto, con los problemas para negociar las retransmisiones televisivas de la ACB –que aún siguen en el aire–, e incluso de la NBA. El balonmano, con la crisis desatada en el Barça con el nombramiento de Valero Rivera como director deportivo del Barça, que se llevó por delante al director del baloncesto y a otro entrenador, Svetilav Pesic… Ni siquiera deportes que han conseguido éxitos, como el tenis y el ciclismo, se han librado de polémicas. El primero, por la elección de Sevilla como sede para la final de la Copa Davis y por los registros domiciliarios a uno de los candidatos a la presidencia de la RFET, Pedro Muñoz. El segundo, por la sorprendente destitución –por amiguismo con el presidente saliente de la Federación– del seleccionador que más éxitos había conseguido en la historia de los Mundiales, Francisco Antequera, con cuatro campeonatos del mundo en ruta –y otros dos contrarreloj– desde 1995. Cuestiones que duelen más que por la voluntad de cambiar, por el ánimo de ningunear a quienes han trabajado duro y porque no será fácil repetir los logros que se han conseguido. Ojalá mejore la cosecha en 2005… pero se antoja difícil.