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CRÓNICAS DEL ESPACIO INTERIOR

La elección sin lo elegido

Fotografía

Por Álvaro AbellánTiempo de lectura3 min
Opinión28-10-2004

El supuesto ejercicio de una libertad de elección desvinculada de la realidad coloca al hombre en situaciones verdaderamente paradójicas. La pretendida autonomía y objetividad de criterios aparece como una pataleta que viene a demostrar la falta de autonomía y de unos criterios sólidos. Entre otras cosas, porque todo criterio implica, necesariamente, sujeción, dependencia y vinculación a unas normas: aquellas conforme a las cuales se establece el criterio. Las encuestas globales más allá de EE.UU. sobre quién debe ser el presidente ideal han sido alentadas fundamentalmente por los detractores de Bush. Con mayor precisión: por los detractores de que EE.UU. intervenga unilateralmente en política internacional. Pero, precisamente al alentar en todo el planeta esta campaña pro-Kerry y contra la omnipresencia internacional de los norteamericanos, han brindado a los estadounidenses la mayor repercusión internacional que jamás han tenido. Nunca antes en la Historia Moderna las elecciones de un país han planteado encuestas de intención de voto a escala planetaria. Tanto querían hacer desaparecer a Bush, que en su negación lo han ampliado desmesuradamente hasta demostrar lo que querían negar: EE.UU. manda en el mundo. El debate sobre la homosexualidad en España se ha planteado desde esquemas falsos y maniqueos. La moral contra los inmorales; el opresor contra los oprimidos; la Iglesia contra los homosexuales... Ese no es el debate. El meollo está en analizar si la legislación -la vigente, la futura, la propuesta, la que sea- se ajusta a la realidad de lo que pretende legislar. Si la relación entre homosexuales es o no matrimonio, es decir, si es una institución de igual repercusión personal, moral, social y ciudadana que el matrimonio tradicional. Sólo desde el análisis de la realidad -y no desde los gustos, preferencias u opiniones personales- es posible un verdadero encuentro. Si contrastamos gustos u opiniones y no vinculamos nuestro análisis a la realidad, no habrá diálogo ni encuentro posible. ¿Qué ha ocurrido? Los homosexuales parecen ganar una batalla mediática y legal, pero mantienen su imagen de excluidos, de minoría reaccionaria, rodeados de inmoralidad y de excentricidades, precisamente por el frentismo y el victimismo que presentan, en lugar de mostrar su integración. El dialogador incrédulo, Rodríguez Zapatero, sostiene en la cumbre autonómica que “cada uno se llame como se quiera llamar, pero todos en un proyecto común”. Como él no cree en nominalismos, entiende perfectamente que la “República Independiente de Catalunya” esté integrada en España, y supongo que dejará a los demás que por “proyecto común” entiendan lo que quieran, mientras posen en las fotos. Es el problema de vender diálogo al tiempo que se dice no creer en nominalismos: porque si las palabras significan para cada uno lo que uno quiera, el diálogo no es más que una pose. Y si el diálogo no es más que una pose, no habrá consecuencias, ni posibilidad de acuerdo real, ni se podrá pasar a la acción. Lo importante es que parezca que todos estamos de acuerdo con lo que decimos -¿o con lo que hacemos?-, aunque no hagamos lo que decimos -o no digamos lo que hacemos-. Así, todo bien mezclado, para que cuando uno encuentre las contradicciones sólo pueda oponer débiles palabras frente a sólidos hechos consumados. El diálogo desvinculado de la palabra. Ésta es la mayor expresión del criterio sin criterios, del andar sin destino, de la elección sin razones. Una libertad que, por no tener dónde apoyarse ni hacia dónde dirigirse -eso sería ya una libertad orientada, dirigida a su elección-, acaba, paradójicamente, devorándose a sí misma. Es la estúpida contradicción de la supuesta libertad absoluta, cuyo único sentido absoluto es que anula a quien pretende ejercerla.

Fotografía de Álvaro Abellán

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Doctor en Humanidades y CC. Sociales

Profesor en la UFV

DialogicalCreativity

Plumilla, fotero, coach