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EL REDCUADRO

Demasiado Carnaval

Fotografía
Por Antonio BurgosTiempo de lectura3 min
Opinión02-03-2003

Aunque fiel observante de la estricta fe gaditana de los renglones torcidos del Tío de la Tiza o precisamente por eso digo que hay demasiados Carnavales en Andalucía. Como lo de "demasiado corazón", pero con "demasiado Carnaval". Carnavales que no lo son. Entiendo por Carnaval una fiesta hecha por el pueblo, que saca sus murgas y sus máscaras para burlarse de la autoridad e introducir el necesario caos en el orden impuesto. Entiendo por Carnaval esos pueblos que lo viven todo el año, donde las peñas de Carnaval, son una forma de vertebración ciudadana mucho más fuerte y con más honda implantación que las asociaciones de vecinos. Carnavales espontáneos, populares, surgidos de la tradición, que resistieron hasta al prohibicionismo de la dictadura. Andalucía se ha llenado de la transición a esta parte de falsos Carnavales, inventados ayer por la mañana por los ayuntamientos en pueblos sin la menor tradición. Surgidos del ansia de protagonismo de un concejal de Fiestas. Carnavales que no tienen más arraigo que los millones que se consignan para la fiesta en los presupuestos municipales. Son como un Carnaval del Carnaval. Me explico: un remedo falso y malo de Cádiz, confirmación de que "en Cádiz hay que mamar". Se copia el modelo de Cádiz hasta con un Teatro Falla en pequeñito, y, con gracia o sin ella, se subvencionan comparsas para que copien a Martínez Ares o al inevitable Yuyu. Todo según Cádiz. Nadie ha tratado de investigar en las raíces de las tradiciones locales de las murgas. Un ejemplo: en Alcalá de Guadaira las comparsas han tirado por el camino de este Carnaval mediático a la gaditana impuesto desde Canal Sur, con abandono de la tradición local, más rica que Las Viejas Ricas, que viene de la murga de Joaquín el de la Paula. Igual que el modelo de la Semana Santa de Sevilla ha hecho tanto daño a las tradiciones cofradieras locales, el Carnaval de Cádiz ha arrasado la Andalucía de las murgas de la Restauración y la República. En Semana Santa se cargan los pasos a la sevillana y en el Carnaval se sacan agrupaciones a la gaditana. El daño de los modelos televisivos nos ha llenado a Andalucía de cuadrillas de costaleros según Sevilla y de agrupaciones de comparsistas según Cádiz. El mundo de la cultura popular andaluza, por culpa de la TV, se divide a lo Villalón en dos grandes partes: la Semana Santa de Sevilla y el Carnaval de Cádiz. (Incluso hay una tercera: la romería local según el Rocío.) Estos Carnavales municipales y espesos tienen tan poca fuerza que acaban y languidecen en cuanto sustituyen al concejal de Fiestas aficionado o deja el ayuntamiento de ser generoso en los presupuestos. Nada más triste que uno de estos Carnavales hechos de arriba abajo, del ayuntamiento para el pueblo, y no del pueblo contra el ayuntamiento, como ha sido el Carnaval toda la vida de dios... del dios Momo. En Cádiz, cuando la dictadura prohibió los Carnavales, subsistieron en forma de Fiestas Típicas. Aquellas Fiestas Típicas Gaditanas de la dictadura, con todos sus impedimentos de censura, eran Río de Janeiro o el Mardi Grass de Nueva Orleans al lado de estos tristes Carnavales nacidos de la voluntad municipal. Y nada tan ridículo en ellos como el solemne pregón del Carnaval, con rito de juegos florales y coronación de una reina, donde un famoso de tres al cuarto, previo un generoso cobro de su caché, se siente en la obligación de decir tres pamplinas desde un tablao de una plaza disfrazada de la de San Antonio. ¿Cuántos millones se gastan los ayuntamientos andaluces en inventar Carnavales sin tradición? Tiene que ser una millonada. Eso sí que es un lamentable Carnaval, y no el verdadero Carnaval del pueblo que prohibió la dictadura en 1938 y que ahora tratan de imponer los ayuntamientos con la dictadura de las urnas en muchos lugares sin tradición carnavalesca alguna.