TOROS
Lecciones de maestría por las víctimas del 11-M
Por Almudena Hernández2 min
Espectáculos18-04-2004
No fueron de fiesta. Hicieron el paseíllo, torearon mejor o peor -alguno dio alguna lección de maestría- y se fueron todos juntos por la puerta por la que entraron, en tropa, como si ninguno hubiese cortado orejas, más o menos benévolas. Los aficionados, que ocuparon tres cuartos del aforo de Las Ventas el pasado sábado, salieron orgullosos por ser partidarios de una fiesta tan bella y solidaria.
Los ausentes como el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, reclamado desde el Tendido 7, se perdieron una tarde de muy buenos detalles. Abrió plaza el rejoneador Antonio Domecq, que gustó con las piruetas de sus finos equinos. Ya a pie, apareció el toreo de mentón pegado al pecho y la mano baja de José María Manzanares (¡padre!). Durante la lidia del tercer novillo, sonrió pinturero el toreo andaluz de Juan Antonio Ruiz Espartaco, que se salió a los medios con la muleta sin despeinarse, como si nada. Así comenzó el último tercio de una actuación que el público premió con dos orejas. Le siguió en el turno César Rincón, que por su arrojo y ánimo ante al animal volvió a ser El césar que hace años conquistó Madrid. Cortó otros dos apéndices. Luego fue la vez del maestro consentido que se ha ido, el criticado también, el del gran capote pequeño que repartió solidaridad en cada lance: el capote de la vuelta azul de José Miguel Arroyo Joselito. Cortó una oreja... Aunque Enrique Ponce es amigo de Raúl González, el jugador del Real Madrid, la tarde del derbi el diestro valenciano obligó a que las posaderas de los aficionados se mantuviesen sobre el granito de la Monumental y no camino del Calderón. Tardaron en surgir los olés, pero la tenacidad y el poder muletero de Ponce hizo merecer la espera y el frío. Hubo para él otro trofeo. Cerró la tarde un diestro de alma rojiblanca, que como su equipo perdió el partido, pero al igual que sus compañeros, Julián López El Juli goleó con su testimonio, que seguramente servirá de consuelo para los afectados por los atentados del 11-M. Los matadores y sus cuadrillas actuaron de forma desinteresada y los novillos se lidiaron gracias a la donación de los ganaderos Luis Terrón, Alcurrucén (dos), Hermanos Tornay, Martín Arranz, Zalduendo y Daniel Ruiz. Además, como rezaba el cartel anunciador, médicos, veterinarios, músicos, cuadra de caballos y personal de la plaza trabajaron sin cobrar un euro para que toda la recaudación posible se destine a la Fundación Víctimas del Terrorismo. Y Gallardón no estuvo para representar a ese pueblo al que hace un mes el terrorismo le dio doscientas cornadas mortales. La vergüenza torera es la de los profesionales de la Fiesta, señores, ahora que José Antonio Morante de la Puebla ha cortado la temporada porque, posiblemente, el otro día estuvo mal en Madrid. Contentos estarán los contrarios a la Fiesta en Barcelona porque no actuó el pasado domingo en la Ciudad Condal. Pero, más orgulloso de ser catalán que nunca, Serafin Marín sustituyó a Morante y otro nacido en Sabadell, de nombre Juan Serrano Finito de Córdoba, triunfó ante la afición de la capital catalana junto a Julián López El Juli. Tampoco lo vio su alcalde.