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El Pacto de Estabilidad, el pacto de la discordia

Por Ana Romero VicenteTiempo de lectura3 min
Economía30-11-2003

El perdón que los ministros de finanzas han otorgado a Francia y a Alemania por sus déficit excesivos ha puesto en tela de juicio la existencia del Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC). La benevolencia mostrada por el Ecofin ha sido, para muchos, el fin de un acuerdo que nació para hacer de la eurozona una región más fuerte y equilibrada.

El PEC fue ideado por un ministro de finanzas alemán en 1995, aunque el proyecto no se concretó hasta dos años después, con la reunión de todos los dirigentes europeos en la Cumbre de Sevilla. El objetivo final del PEC es que todos los países de la zona euro obtengan un equilibrio presupuestario (déficit cero o superávit) para el 2004. Para alcanzar esta meta, se estableció que el camino más apropiado era que los países adscritos al Pacto debían mantener, a corto plazo, un déficit público por debajo del tres por ciento de su Producto Interior Bruto (PIB). Ser fieles a esto era responsabilidad de cada país y de sus gobernadores, que debían tomar las medidas fiscales oportunas. En cuanto a la estructura del PEC, la Comisión Europea se encarga de velar por su cumplimiento. Aunque no tiene potestad para multar, sí puede dar toques de aviso a los países que no ponen fin al déficit excesivo ni medidas para paliarlo. Pero las sanciones económicas sólo puede imponerlas el Consejo Europeo, y siempre sobre un Estado que haya incurrido en desequilibrio presupuestario por tercera vez consecutiva. Pero la verdadera trayectoria del PEC no está siendo la que se ideó. A lo largo de los años se ha ido retocando, que no modificando aunque se haya intentado, en función de las circunstancias. Las más sobresalientes han sido el continuo y excesivo déficit de Alemania y Francia. Aunque Portugal también lo registró, fue todo un ejemplo para los grandes de la UE, ya que logró reducirlo considerablemente entre el 2001 y el 2002. El Banco Central Europeo (BCE) ha pedido numerosas veces a los Quince que sean fieles al Pacto y la Comisión ha tenido que alertar a Francia y a Alemania en varias ocasiones, aunque nunca han llegado a ser sancionadas por el Consejo. De hecho, el año pasado eludieron, como ha vuelto a ocurrir, el castigo del Ecofin. A cambio, ambos países se comprometieron a eliminar sus déficit en un 0,5 por ciento cada año, o incluso a elaborar su propio plan de crecimiento, pero los resultados no siguen esta dirección. Las críticas se han centrado sobre todo en Francia, donde su presidente, Jaques Chirac, ha afirmado en más de una ocasión que en su política no prima el PEC. Promete que para el 2005 París habrá logrado acabar con el déficit que invade sus cuentas. Pero las idas y venidas de Francia y Alemania a su antojo han provocado que el Pacto pierda credibilidad para muchos países de la zona. De hecho, con lo ocurrido la semana pasada, las heridas se han vuelto a abrir y el seno de la UE se vuelve a dividir. Los defensores del Pacto, Holanda, España, Austria y Finlandia se preguntan qué hubiera pasado si hubiera sido a la inversa; si ellos hubieran sido los que no hubieran hecho los deberes. Y afirman que el pez grande, por supuesto, se hubiera comido al pequeño; como también ha ocurrido esta vez.