ARQUEOLOGÍA
Trafalgar y Roma reviven a través de sus restos
Por Roberto González García2 min
Cultura25-09-2003
Tras la histórica batalla de Trafalgar, en la que los navíos franco-españoles se enfrentaron a la armada inglesa, El Rayo navío español construido en los astilleros de La Habana, fue desarbolado en Arenas Gordas, que actualmente se encuentra en el Parque Nacional de Doñana.
Unos días después, el 21 de octubre de 1805, un terrible temporal azotó la zona, lo que provocó el hundimiento del navío. El Rayo es el primer barco español que participó en la batalla descubierto por los arqueólogos submarinos, puesto que con anterioridad sólo habían aparecido naves inglesas y francesas. El investigador Claudio Lozano, que lidera el equipo de científicos que dentro del Curso de Otoño titulado Recuperación y Conservación del Patrimonio Arqueológico Subacuático, organizado por la Universidad de Huelva, declaró que según "todas las evidencias que tenemos", el barco es El Rayo, que era capaz de desplazar 1.750 toneladas, con 53 metros de eslora y 14,5 metros de manga, lo que le convierte en uno de los barcos mayores de la flota franco-española tras el Santísima Trinidad. Sobre el estado de conservación del navío, Lozano afirmó que es medio: "la dinámica litoral es lo que más le ha afectado al estar en una zona donde el mar bate mucho y el barco se ha ido rompiendo y fragmentando lentamente, sin embargo todas las piezas que se conservan bajo el lecho marino presentan un magnífico estado de conservación". Pero ésta no es la única sorpresa arqueológica en Andalucía de la pasada semana. Gracias a las obras que la Universidad de Córdoba está realizando en el solar de la antigua Facultad de Veterinaria, se han localizado los restos del anfiteatro romano de la que fuera posteriormente la capital del Califato de Al-Ándalus. Durante el siglo I, cuando se construyó, éste anfiteatro era el mayor edificio dedicado al ocio de todo el mundo romano y ostentó este título hasta las posteriores construcciones del anfiteatro de Cartago y del Coliseo de Roma. El edificio poseía un eje de 178 metros de longitud y sus tres graderíos alcanzaban los veinte metros de altura. Tras más de diez meses de investigación, los arqueólogos de la Gerencia Municipal de Urbanismo y el Seminario de Arqueología de la Universidad de Córdoba han determinado que este espacio tenía un aforo que oscilaba entre los 30.000 y los 50.000 espectadores. Esta grandísima infraestructura estuvo en uso hasta el siglo IV, cuando las luchas de gladiadores y todo el sistema romano llegaron al colapso. Posteriormente comenzó el expolio de los sillares de la construcción para su reciclaje en otros edificios de nueva factura, de tal manera que, al comenzar la dominación árabe, apenas quedaban unos muros de escasos metros de altura, nada que reflejase las anteriores dimensiones del edificio. El hallazgo de estos restos cordobenses permiten, a través de la comparación arquitectónica, establecer las diferentes clasificaciones constructivas que empleaban los romanos al levantar estos edificios. El Coliseo de Roma usa bóvedas, con lo que se gana espacio para el tránsito de los asistentes, mientras que en Córdoba se optó por la construcción de muros concéntricos rellenos de tierra, lo que aporta mayor solidez.