MARRUECOS
Palacio y Benaisa reabren el diálogo con la vuelta de los embajadores
Por Amalia Casado2 min
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“Vamos a mantener el ambiente de confianza, respeto y amistad para que el futuro haga olvidar el pasado”, declaró el ministro de Exteriores marroquí, Mohamed Benaissa. “Hay que empezar un nuevo libro e ir más allá de pasar página”, afirmó Ana Palacio. Los dos mandatarios anunciaron la vuelta inmediata a sus puestos de los respectivos embajadores, Fernando Arias Salgado y Abdesalam Baraka.
Que las cosas habían cambiado respecto a la visita de Ana Palacio a Marruecos, el pasado mes de julio, en plena crisis de Perejil, se notó desde el recibimiento. El propio Mohamed Benaissa acudió a darle la bienvenida al aeropuerto y Ana Palacio se refirió a él calificándolo de “amigo y colega”. Desde julio hasta este encuentro se habían sucedido muchos acontecimientos. En Nueva York, tuvo lugar una Asamblea de la ONU donde Marruecos reivindicó Ceuta y Melilla mientras España negaba que existiera contencioso al respecto. En octubre, el presidente argelino, Abdelaziz Buteflica, visitó España y firmó un tratado de amistad y cooperación similar al que existe entre España y Marruecos, acto que fue visto por el país alauí con cierto recelo. Pero en noviembre, el nombramiento del nuevo presidente marroquí Driss Yetú, ofreció al presidente del Gobierno, José María Aznar, la oportunidad de telefonearle para acompañar la felicitación de una declaración de buenos deseos para las relaciones hispano-marroquíes. Un nuevo encuentro entre Benaissa y Ana Palacio en diciembre abrió las puertas a trabajos conjuntos respecto a temas que afectan a ambos países, como la inmigración o el futuro del Sahara. La picota del pastel la puso el monarca marroquí, Mohamed VI, cuando ofreció los caladeros de su país a los pescadores gallegos afectados por la crisis del Prestige, gesto de “buen corazón” que Ana Palacio tuvo oportunidad de agradecer durante su última visita a Marruecos la pasada semana. El final feliz es un punto de encuentro que Benaissa valoró como “un gesto hacia la persona de la ministra, a su majestad don Juan Carlos, al presidente del Gobierno y al pueblo amigo de España”, y que debe ser el punto de arranque de unas relaciones “ que deben estar marcadas por la franqueza”. La tensión y falta de comunicación comenzó en 2001, con las declaraciones de España ante la negativa marroquí a renovar el acuerdo pesquero con la Unión Europea. Y la economía del país africano se ha resentido: aunque han aumentado sus exportaciones, las pérdidas en cooperación se recortaron un 40 por ciento en 2002, y las empresas reconocían que el ambiente político les afectaba negativamente. Maruecos sabe que no puede depender sólo de la protección francesa y de futuros acuerdos para exportación a Estados unidos. La vuelta de los embajadores a sus legaciones diplomáticas significa una nueva etapa en las relaciones hispano marroquíes, y la puerta abierta al diálogo de espinosas cuestiones como los acuerdos pesqueros o agrarios, Ceuta y Melilla, la inmigración o el futuro del Sahara. Mientras para el PSOE el regreso de los embajadores a sus puestos significa “la recuperación de la normalidad”, Izquierda Unida recela de que España pueda “tener la tentación” de convertir el Sahara “en moneda de cambio”. Sin duda, Marruecos sigue muy de cerca la posición de España en el Consejo de Seguridad de la ONU, al que asisten como miembro no permanente, y espera un cambio de actitud.