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La muerte de un guardia civil evita una catástrofe en Nochevieja

Por Noelia Hernández MartínTiempo de lectura2 min
España23-12-2002

Fin de año en Madrid. Las calles abarrotadas, gente ultimando sus compras navideñas. Y ETA dejando su mezquina presencia. Este era el plan que los asesinos etarras preparaban para la tarde noche de fin de año.El trágico asesinato del guardia civil, Antonio Molina, ha frustrado una gran catástrofe.

Según el ministro del Interior, Ángel Acebes, ETA "quería hacerse presente mediante una actuación que tuviese unas grandes dimensiones y, por lo tanto, una gran repercusión, que generase alarma, sufrimiento, dolor y terror". "Esta es la única forma de manifestarse que tiene ETA, a través del terror y de la generalización del miedo". La banda terrorista volvió a matar el pasado martes. Los etarras, Gotzon Aranburu Sudupe y Jesús María Etxeberria Garaikoetxea, asesinaron a un guardia civil e hirieron a otro cuando fueron sorprendidos por los agentes en la A-6 a la altura de Collado Villalba. Los asesinos viajaban en un coche robado que estaba cargado con 130 kilos de explosivos y que abandonaron tras el tiroteo con los guardias. Los dos terroristas llegaron a Madrid el pasado día 4, veinticuatro horas después de perpetrar el atentado sin víctimas con una coche- bomba en un aparcamiento subterráneo de Santander. Nada más llegar se alojaron en una habitación de un piso compartido en el madrileño barrio de Vallecas. Desde entonces los dos liberados habían estado preparando la acción. Los asesinos recibieron hace unos días 130 kilos de explosivos que alguien trasladó desde Francia a Madrid. Según indicó Acebes, el martes los terroristas se habían trasladado a la sierra madrileña de Guadarrama para, escondidos en un descampado, montar las bombas. Prepararon una de 90 kilos de explosivos y varios paquetes en los que repartieron otros 40 kilogramos. Uno de los etarras, Jesús María Etxeberría Garaikoetxea, detenido la noche del martes en San Sebastián después de una larga huida por Castilla y León y el País Vasco, explicó en su declaración policial que la intención era hacerlas estallar en la tarde del 31 de diciembre. Colocar las bombas en varios centros comerciales abarrotados de gente para acentuar aún más la sensación de terror y de caos por toda la ciudad. El etarra no precisó dónde pretendían colocar la bomba de 90 kilos, una carga descomunal si se compara con el último gran atentado perpetrado en Madrid, el 30 de octubre de 2000. En él fallecieron 4 personas y hubo 66 heridos. Y todo con 30 kilos de explosivos. El presidente del Gobierno, José María Aznar, elogió la labor del guardia fallecido, del que dijo que con su actuación abortó "la caravana de la muerte que había montado otra vez ETA". Porque a pesar de que Interior cree que los últimos arrestos han minado la dirección de la banda, los terroristas querían demostrar que pueden seguir actuando de la única forma que saben: matando cruelmente.