SIN CONCESIONES
Corazones navideños
Por Pablo A. Iglesias2 min
Opinión23-12-2002
Navidad. Época de sueños e ilusiones. Noches de cánticos junto a una chimenea al ritmo que propone la pandereta. La Luna duerme entre lluvias de felicitaciones. Caen copos de nieve en la ciudad. El solsticio de invierno esconde las nontañas. Un valle de plumas calienta los corazones enfriados. Reencuentros y reconocimientos. Conocer a los demás y conocerse a uno mismo. El tiempo para en Navidad. Incluso vuelve atrás. Los viejos redescubren la fantasía de cuando eran niños. Navidad. Tiempo de cartas a los Reyes Magos y buenos deseos. Tiempo de dar y compartir. Tiempo de morir en egocentrismos y resucitar la solidaridad. Tiempo de recordar, hacer balance y mejorar. Tiempo para tener tiempo: para la familia, para los demás, para uno mismo. Tiempo para ser feliz o aprender a serlo. Tiempo para dar gracias, como cada día, como cada noche. Tiempo de iniciar grandes retos y cumplir con ellos durante todo el año. Tiempo de apoyar, más que nunca, a los que más sufren: en Argentina, en África, en el País Vasco... Navidad es Nacimiento: de silencios que apaciguan las polémicas, de efectos varios y de retos a cumplir que algunos siempre olvidan. Cuando termina la Navidad, pocos recuerdan las intenciones perfectas. Las prioridades de la vida se diluyen mientras los siglos pasan y el mundo enferma. Pocos recuerdan a los niños enfermos, a los vagamundos de limosnas y a los supervivientes del Tercer Mundo. Son escasos los que siguen el camino marcado por pulgarcitos como Vicente Ferrer. Creen que la Navidad sólo está en los calendarios cuando yace en los corazones. En algunos, incluso todo el año.