FÚTBOL
El delantero de la eterna sonrisa
Por Javier Herrero2 min
Deportes17-12-2002
El 22 de septiembre de 1976 nacía en un barrio pobre de Río de Janeiro un jovenzuelo, Ronaldo Luis Nazario de Lima, llamado a ser en Brasil el heredero del mítico Pelé; en todo caso, sería uno de los mejores futbolistas del mundo, aunque para explotar su alegría por jugar al fútbol, debería poner a prueba su capacidad de sufrimiento.
Tras su corta etapa en el Cruzeiro brasileño, después de haber ganado el Mundial de Estados Unidos -aunque no llegó a jugar, eclipsado por Romario y Bebeto-, con 17 años, se fue a buscar mejor suerte a Europa y, concretamente, llegó a las filas del PSV holandés, equipo en el que estuvo dos temporadas. Pronto comenzó a demostrar su calidad, así que uno de los clubes más grandes del fútbol mundial, el F.C. Barcelona, se fijara en él. A la capital catalana aterrizó siendo aún un completo desconocido en el fútbol español, pero le bastó una sola temporada en el club azulgrana para que el futbolista brasileño fuera reconocido y admirado mundialmente... Aún está en la mente de todos aquel impresionante gol que marcó frente al Compostela en San Lázaro. Al acabar su primera -y última- temporada en el Barça, el Ínter de Milán pagó una cantidad totalmente desorbitada por hacerse con los servicios de Ronaldo, una cantidad que marcó un antes y un después a la hora de realizar fichajes. El club italiano pagó su cláusula de rescisión, que ascendía a 5.000 millones de pesetas. Pero en el Ínter no pasó sus mejores momentos como futbolista, ya que las lesiones lo trajeron por el camino de la amargura. Durante su etapa en el conjunto interista le llegó el Mundial de Francia, en el que Ronaldo pasó con más pena que gloria, además de crear un debate sobre si debió o no jugar aquella final que enfrentó a su selección contra la Francia de Zinedine Zidane. Las lesiones martirizaron al jugador brasileño: las convulsiones en la víspera de la final de Saint-Denis, la rotura del tendón rotuliano de su rodilla derecha... Apenas se había recuperado de una lesión, le surgía algún otro problema físico. En cambio, mimado por Massimo Moratti, el club italiano siempre confió en el jugador y lo cuidó al máximo, como oro en paño. Por eso no sorprendió la reacción airada de la afición milanesa, después de que en Corea y Japón, Ronaldo volviera a maravillar, siendo el de siempre. Pero las diferencias con la severidad de Héctor Cúper y el interés por jugar en el mejor club del mundo, insuflado con sutileza por Florentino Pérez, hicieron que depositó sobre él. Ahora, en su nuevo equipo sigue acumulando premios, con la tranquilidad de haberle dado un quiebro al destino, y habiendo vuelto a sus orígenes: sólo siendo feliz se puede disfrutar y hacer gozar con el fútbol.