Arte
La exposición de Joan Miró aterriza en Madrid gracias a la galería Elvira González
Por Paula Segura Ramírez3 min
Cultura19-01-2017
La exposición individual de Joan Miró, uno de los referentes del surrealismo del siglo XX, llega a Madrid acogida por la galería Elvira González. El artista se consolidó como uno de los grandes maestros del siglo XX junto con Picasso y Dalí. El atractivo de esta exposición reside en su interés internacional. Las obras que se pueden apreciar reflejan una vuelta más de tuerca al arte más convencional, la fuerza de imaginación, sueño e ironía como sello de identidad de Joan Miró.
El 12 de enero la galería Elvira González ha inaugurado una exposición individual, hasta el 25 de marzo, de Joan Miró (1893-1983), referente fundamental de la vanguardia artística del siglo XX. Esta muestra, la segunda dedicada al autor en la galería, se compone de dos pinturas, diez esculturas realizadas entre los años 70 y principios de los 80 y cinco obras sobre papel.
La exposición se realiza conjuntamente con la familia Miró y la Successió Miró. En ella se muestra el interés de Miró por la naturaleza, por los objetos cotidianos y por los utensilios vistos como fuente de inspiración poética. Las primeras esculturas se remontan desde el año 1930. El artista las denominó construcciones y assemblages. A partir de 1966 Miró produjo esculturas de forma metódica hasta el final de su carrera, hasta llegar a elaborar más de 400, la mayoría de ellas en bronce.
El taller de Miró estaba repleto de múltiples objetos que muchas veces, combinados de forma aleatoria, concluían en una escultura. Un ejemplo de ello es la obra que más atrae la atención de toda la exposición: la escultura de más de tres metros de altura titulada Souvenir de la Tour Eiffel (1977). Uno de los ejemplos más claros de una obra desarrollada tras un proceso de reflexión, donde la sucesión de ideas, variaciones, añadidos y assemblage de objetos que se encontraban en el estudio del artista se convierten en una escultura. De esta obra existen múltiples dibujos preparatorios y fotografías del estudio donde se ven los elementos de la obra apoyados en las paredes o en el suelo. Una escultura elaborada con una lámpara de mimbre que se apoya sobre cuatro patas cuya pantalla ha sido sustituida por la figura de un cabezudo, concretamente la cabeza de Groucho Marx. Una horca de madera como una peineta remata la pieza que a sus pies tiene una caja repleta de tubos de pintura usados y cable. El artista fundió todos estos objetos posteriormente en bronce. El resultado fue una figura lúdica y simbólica. Un personaje enigmático que para Miró es el recuerdo de la Torre Eiffel y evoca a los castellers catalanes y los personajes de gigantes y cabezudos que tanto le gustaban.
La muestra incluye diversas esculturas en las que el artista recrea, con un lenguaje poético y único, un universo enigmático de seres teatrales, como en el caso de Gymnaste (1977), Jeune fille à l’étoile (1977), Danseuse (1981) o Le Chanteur d’opéra (1977). Para componerlas, Miró confirió a objetos cotidianos, tales como sillas, perchas o instrumentos de cocina, una nueva personalidad. El Chanteur Mongol (1971) se compone del timbre de la casa de Miró que sobre una masa de arcilla con un orificio inferior evoca una figura femenina.
La selección de la exposición se completa con pinturas y dibujos como Oiseau, étoiles (1977), Composition (1976) o Homme, femme et oiseaux dans la nuit (1970). Algunas de estas obras se exponen por primera vez de cara al público ya que han pertenecido a la familia del artista.