Tragedia aérea
El copiloto sufría un trastorno depresivo y problemas de visión
Por Selene Pisabarro3 min
Sociedad29-03-2015
No ha pasado una semana desde que el avión de Germanwings se estrellase en los Alpes pero la investigación ya maneja una hipótesis clara. Por el momento y según la primera caja negra que se ha hallado, el copiloto alemán, Andreas Lubitz, estrelló voluntariamente el avión en la región francesa. El fiscal de Marsella, Brice Robin, ha declarado que se trata de un “homicidio involuntario” debido a que no piensa que el copiloto de la compañía de Lufthansa tuviera intención de matar a las 149 personas que viajaban a bordo.
En cambio, el fiscal ha asegurado que se debió a un “deseo espontáneo de destruir el avión”, por lo que no se puede considerar como asesinato ya que para ello “debía haber sido consciente de que quería matar”. El primer ministro francés, Manuel Valls, apuntó este viernes que los primeros datos de la investigación apuntan a un comportamiento “loco, incomprensible” que es incapaz de explicar cómo un avión puede precipitarse contra una montaña, después de impedir al comandante acceder a la cabina. Al mismo tiempo, el Gobierno alemán asegura que la investigación no arroja ninguna clave sobre una motivación terrorista –aunque se ha estudiado, por si acaso- que llevase a Lubitz a acabar con la vida de 149 personas.
Lufthansa suspendió al copiloto durante meses durante su etapa de formación hace seis años y además tenía un historial de depresión derivado por “una crisis existencial”, que se estaba tratando médicamente. Sin embargo, la compañía asegura que aprobó con éxito todos los exámenes médicos psíquicos y físicos que son necesarios para manejar un avión.
La policía alemana encontró en su casa de Düsseldorf varios medicamentos para tratar un grave trastorno psicosomático, aunque no se hallaron drogas ni alcohol. El copiloto estaba siendo tratado por varios neurólogos y psiquiatras, según el alemán Die Welt. Lubitz sufría un “síndrome subjetivo de sobrecarga”, o lo que es lo mismo: sufría “burnout” o saturación debido al estrés laboral, que se acrecentaba con la fuerte depresión que estaba atravesando. Una de las causas por las que sufría depresión fue debido a la ruptura con la que fue su novia durante siete años y con la que pretendía casarse.
El problema de Lubitz puede ser no sólo que estuviera atravesando una depresión, sino que estaba buscando tratamiento para sus problemas de visión, tal y como informa el diario estadounidense The New York Times. No se trata de una excepción, ya que tener algún problema en la vista dificulta la carrera como piloto y, además, la pone en serio peligro. Por el momento, no se conoce si la deficiencia visual era lo suficientemente grave como para apartarlo de su profesión, aunque sí se investiga si podría estar relacionado con su estado psicológico.
La compañía aérea no tenía noticias hasta ahora del trastorno depresivo ni los problemas de visión que sufría el alemán. Es más, entre los documentos que encontró la policía, muchos informes médicos estaban rotos en pedazos en la basura, entre los que se encuentran varias bajas médicas, que el copiloto ocultó a Lufthansa. Además, el último hallazgo apunta a que se han identificado los restos del cadáver del copiloto gracias a los análisis del ADN, según el diario alemán Bild. Esta prueba será clave en la investigación ya que servirá para conocer si Lubitz había consumido medicación u otras sustancias en las horas previas al accidente.
A pesar de que la línea de investigación continúa por el principal factor de que Lubitz padecía un trastorno depresivo, por el momento no se descarta si también existió algún fallo técnico en el avión. La pista principal para esclarecerlo será en función de si se encuentra la segunda caja negra, que contiene los datos técnicos. El jefe de los investigadores franceses, el general Jean-Pierre Michel, ha declarado que es necesario establecer las prioridades en una investigación pero no se puede "descartar el resto de hipótesis, incluida la mecánica, hasta que no se haya demostrado que el aparato no presentaba ninguna dificultad".
Otro piloto que viajó en otra ocasión con el copiloto de 27 años, declaró que también abandonó la cabina en un momento determinado para ir al baño pero no notó nada extraño en él. Al revés, Lubitz le contó lo feliz que era con su vida profesional y notó que “dominaba muy bien el avión" y que "lo tenía todo controlado”.