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TERRORISMO

Por quién doblan las campanas

Por Ana María Riaza Tiempo de lectura2 min
España13-07-2002

La pasada semana se rememoró en Ermua la muerte del concejal del Partido Popular de esta localidad, Miguel Ángel Blanco Garrido, asesinado por ETA hace cinco años, 48 horas después de que la organización lanzase un ultimátum al Gobierno central sobre la extradición de los presos vascos a Euskadi. Pero, por primera vez, la ira era más fuerte que el miedo, y el silencio se rompía en pro del grito social en España, por la erradicación de la muerte y la violencia de ETA.

Claro que pocos de aquellos seis millones de voces que se alzaban contra el avance del terrorismo de ETA podían imaginar el aspecto de distanciamiento y fractura social que se cierne hoy sobre el panorama político vasco: el lehendakari que entonces encabezaba codo con codo con el también entonces ministro del Interior, Jaime Mayor Oreja, la reacción social contra ETA, José Antonio Ardanza, calla hoy, mientras que el actual Gobierno vasco rechaza acudir a la conmemoración de la muerte de Blanco, y los diferentes partidos de la oposición se enredan cada vez más en el cruce de acusaciones sin sentido, y se alejan así de la búsqueda de soluciones reales al problema del terrorismo en el País Vasco. Por su parte, el acto de conmemoración estuvo presidido por la hermana del concejal asesinado, María del Mar Blanco, así como por el alcalde de Ermua, Carlos Totorika, y el galardonado por la Fundación Miguel Ángel Blanco, Carlos Gorriarán. Su discurso giró en torno a tres temas, hilados a través del reaccionismo contra el Ejecutivo de Juan José Ibarretxe, del que solo se contó un concejal entre los asistentes al acto. Desde la desaparición de Miguel Ángel Blanco, ETA ha asesinado a otras 52 personas, entre ellas al senador Manuel Giménez Abad, así como Enrique Casas, asesinado en San Sebastián en 1984, y Manuel Broseta, asesinado por ETA en 1991, y a cuya memoria se dedicó el pasado jueves el XXV Aniversario de la aparición de la cámara del Senado en España. El acto de conmemoración estuvo encabezado por la eurodiputada Bárbara Duhrkop, de origen alemán y viuda de Enrique Casas, quién habló en representación de todas las víctimas del terrorismo, en un discurso en el que comparaba el fascismo etarra con el movimiento nazi que llevó a Europa a la Segunda Guerra Mundial durante los años treinta. "Les arrebataron el derecho a la vida unas mentes perversas y totalitarias, hijas de un nacionalismo exacerbado malentendido. Ese nacionalismo pervertido que en mi tierra natal llevó a millones de judíos al exterminio". Durante su disertación, y al término de la cual la presidenta del Senado, Esperanza Aguirre, entregaba, a título póstumo, sendas medallas que fueron recogidas por los familiares de los tres senadores desaparecidos, Durkheim apeló a la memoria de las víctimas como medio para la superación del miedo que genera en la sociedad la actuación terrorista, y solicitó su persecución a través de las instituciones democráticas y la movilización social.