Esta web contiene cookies. Al navegar acepta su uso conforme a la legislación vigente Más Información
Sorry, your browser does not support inline SVG

PROCLAMACIÓN FELIPE VI

La personalidad de Felipe VI marcará su reinado

Por Andrea Muñoz MartínTiempo de lectura3 min
España19-06-2014

El reinado de un monarca no solo se define por la época en que asume la Corona, sino también por su personalidad. La educación, pero sobre todo el carácter de Felipe VI marcará su reinado, que comienza con numerosos retos y entre estos, el que más pesa, el de la mala reputación de su padre. Don Juan Carlos, conocido como un monarca "campechano", abandona el trono cuando los españoles piden un Rey distinto, que de ejemplo.

Don Juan Carlos juraba su cargo ante un cámara franquista, constituida por hombres vestidos de luto y con mirada nostálgica que observaban, casi con curiosidad, al heredero a la Jefatura de Estado. Hoy, sin embargo, el nuevo monarca ha tenido otro tipo de testigos: los representantes del pueblo español escogidos legítimamente a través de las urnas. El escenario no ha sido lo único que ha variado en estos cuarenta años, sin embargo, sí existen similitudes entre los contextos a los que han tenido que enfrentarse ambos monarcas tras su proclamación: los dos se han encontrado con una España dividida en ciertos aspectos y apesadumbrada en otros; con un país que se halla en un momento de cambio y que cuestiona enormemente el valor de sus instituciones, incluida, al menos en el siglo XXI, la propia monarquía. Don Juan Carlos fue capaz de resolver, no sin dificultades, las diferentes inquietudes sociales que asomaban apostando decididamente por la vía constitucional. Su decidida actitud democrática y su cercanía con los ciudadanos le valió, en su momento, el cariño de los españoles; un afecto que comenzó a minar en los últimos años debido a los escándalos relacionados con varios de los miembros de la Familia Real y que llevaron, incluso, a que un monarca pidiera, por primera vez, disculpas a la sociedad por su comportamiento 'equivocado'. De hecho, todos estos problemas han desembocado en una crisis de la monarquía española que se encuentra en el momento de peor valoración. La abdicación de Don Juan Carlos ha dejado el camino libre a un sucesor que, si bien ha expresado su deseo de apoyarse en la inspiración democrática que su padre representa, tratará, según ha expresado en su discurso de proclamación, de renovar la institución basándose en una nueva concepción que encarna la generación a la que él mismo representa. Felipe VI es, no en vano, el rey español más preparado de la Historia. Su formación específica, centrada en el conocimiento de la Historia y de las relaciones internacionales, le legitima, según sus allegados, para llevar a cabo una perfecta tarea a modo de 'embajador'. Una tarea en la que tiene experiencia, además, por su pronta incorporación a la agenda de relaciones de la Corona. Además, el Rey aboga constantemente por la implementación de las nuevas tecnologías y recalca su preocupación por la investigación y la innovación, dos asuntos que, a su juicio, constituyen, en otros, los ejes vertebradores del progreso en una sociedad. Tanto Don Felipe como Doña Letizia, han recibido, además, formación medioambiental que, en contraste con su predecesor, se muestran altamente comprometidos con la ecología y el desarrollo sostenible, tal y como ha subrayado Felipe VI en su discurso. Su carácter de apertura al diálogo y a la comprensión de las diferentes posturas es otro de sus rasgos principales que le valdrán, entre otras cosas, para enfrentarse a los desafíos nacionalistas que hoy, en el día de su proclamación, le han 'plantado cara' ya por primera vez. El presidente de la la Generalitat de Catalunya, Artur Mas, y el presidente de la Comunidad del País Vasco, Iñigo Urkullu, apenas han aplaudido unos segundos tras la finalización de las palabras que Felipe VI ha dirigido a toda la cámara del Congreso. Un gesto que evidencia el largo camino que el monarca tiene por delante para acercar posturas y actuar como un puente entre las posturas discordantes. Sin embargo, el mayor desafío del nuevo Rey consiste en fomentar el entendimiento dentro de una sociedad fragmentada y escéptica ante el papel de sus representantes. La arbitrariedad que encarna una jefe de Estado será su arma para devolver a la sociedad la confianza en sus instituciones y para convencer también, en última instancia, a los que hoy miran con nostalgia al pasado (aunque ya no vayan vestidos de luto).