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ACHIQUE DE ESPACIOS

Sobre robos y excusas

Fotografía
Por Nacho García BarcoTiempo de lectura2 min
Deportes23-06-2002

Por una vez, España se encontraba en el momento justo frente a los adversarios adecuados. Cualquiera hubiese firmado unos rivales como Eslovenia, Paraguay, Suráfrica, Irlanda y Corea para colarse en semifinales. Pero casi al final del trayecto, a la selección nacional se le olvidó lo más importante: cerrar con firmeza la palma de la mano. Por un hueco se terminaron escapando los sueños inéditos de hacerse grandes en un Mundial. Como siempre. La historia se volvió a repetir como sucede cada cuatro años. Primero se vendieron ilusiones de grandeza, luego se comenzó a cojear y se terminó llenos de lágrimas, con el eterno berrinche arbitral por bandera, pero fuera del campeonato. Lo de este Mundial ha sido más flagrante si cabe, porque las intenciones de la FIFA se han visto desde el primer día: arropar a los organizadores con la sucia excusa encubierta de promover el fútbol en Asia. Así, paso a paso, y con la complicidad arbitral, Corea esta en semifinales y España en casa. Lo ocurrido el pasado sábado no tiene precedentes. Dos goles anulados, un arbitraje descaradamente casero y unos asistentes descaradamente inútiles para una fase final. Hasta ahí todos de acuerdo, pero hay algo más. Queda esa sensación de superioridad ante el rival que no demostró Italia, queda ese no matar el partido, ese querer y no poder o no saber... y quedan muchas preguntas. Casi todas giran en torno a la figura de Raúl, ese futbolista capaz de levantar la voz cuando nadie lo hace, capaz de dar un puñetazo en la mesa para decir: "¡Aquí estoy yo!", el ganador nato del que pendían las ilusiones de hacer algo grande, el futbolista decisivo, ese que pertenece al privilegiado grupo de jugadores que ganan partidos. Sin Raúl, nadie sobresalió más que el resto. Si acaso pinceladas de Joaquín, pero nadie se atrevió a dar el paso definitivo que hubiese permitido a España finiquitar el partido por la vía rápida, sin jugar con fuego ni esperar a la lotería de los penaltis. Porque cuando la flauta no suena y enfrente juegas contra doce, trece o incluso catorce, los partidos los ganan los grandes. La pena es que Raúl no estaba en el momento justo ni en el lugar adecuado, y por un rato, España ni fue grande ni lo intentó. Así seguro que hubiese salido cara. Seguro.