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SIN CONCESIONES

Adolfo Suárez

Fotografía
Por Pablo A. IglesiasTiempo de lectura3 min
Opinión16-06-2002

Que nadie se confunda. Hablar hoy en día de Adolfo Suárez puede llevar a confusión. Cuesta saber si uno se refiere al padre -ese gobernante serio, responsable, conciliador e histórico que enseñó a España lo que es la democracia- o al hijo -ese torero brabucón que desafía a José Bono vestido de corto sin más muleta que el porte y el apellido-. A ambos les separan los años y la historia. El primero forma parte de ella, mientras que el segundo sueña con protagonizarla. Consejos no le faltan, incluso de su progenitor. Todo cuanto hayan oído ustedes al respecto es cierto, completamente cierto. Aunque el modo y los calificativos a la hora de contarlo varían de un medio de comunicación a otro en función de la ética y la honradez del periodista en cuestión. Olvidan algunos que la vida no es una carrera en la que gana quién antes llega a la meta. Entre otras cosas, también importan el espíritu y el compromiso. Adolfo Suárez era y es todavía de esa clase de hombres que cumplen lo prometido. Mantiene viva la memoria, fresco el ingenio, rápido el pensamiento y fuerte el corazón. Decían las malas lenguas que el primer presidente del Gobierno de la democracia española había decaido desde que enviudó. Pero Suárez es aún uno de esos hombres que miran a la cara cuando le hablan, que pregunta "quién" cuando le tratan de usted en una conversación distendida, que sabe hacer reir y se ríe con los demás, y, sobre todo, es y sigue siendo un hombre que mira por España 25 años después. Cree él que Aznar es el mejor presidente del Gobierno que ha tenido España en la democracia pero, seguramente, él es quien, de los cuatro, ha demostrado ser mejor persona. Y la persona siempre es lo primero. Suárez no ha olvidado quién fue cuando España lo necesitaba pero sabe perfectamente quién es ahora que el país ya no le necesita tanto. Otros no pueden decir lo mismo. O siguen empeñados en creerse imprescindibles o prometen gestos que auguran lo contrario cuando en realidad se lo creen más que nadie. Adolfo Suárez ha encontrado el equilibrio y, con él, la Historia le ha puesto en su sitio. Ha crecido al mismo tiempo que el país y que la democracia. Con 25 años, la mujer que nació entre sus brazos está ya en edad de casarse y formar una verdadera familia junto a todas las autonomías. Aunque antes debe solucionar el más grave de los problemas. Lo demás son circunstancias adversas o estrategias políticas de unos y de otros que amenazan a los presidentes, sea el propio Suárez, Leopoldo Calvo Sotelo, Felipe González o José María Aznar. Siempre hay razones para quejas, para organizar manifestaciones y huelgas generales. Otra cosa distinta es la coherencia con la que se haga o el respaldo a cada una de ellas. La historia dictará quiénes fueron los grandes hombres. De momento, podemos leer ya que, hace 25 años, Adolfo Suárez González era uno de ellos.