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FOTOGRAFÍA

En la piel de una Nación

Por Andrea NietoTiempo de lectura2 min
Cultura08-01-2013

Tras la catástrofe de Hiroshima, el 9 de agosto de 1945 un bombardero estadounidense dejó caer una segunda bomba atómica que arrasaría por completo la ciudad de Nagasaki. El blanco inicial era la ciudad de Nigata, pero la lluvia provocó un cambio de planes. Nagasaki era el nuevo blanco. La bomba falló, pero no perdonó. El fotógrafo japonés Shomei Tomatsu logró retratar tal atrocidad con su cámara, mostrando la brutalidad a la que debían enfrentarse los supervivientes de una de las mayores devastaciones que se recuerdan.

Conocido desde entonces, Tomatsu continuó con su labor de fotografía hasta su muerte, el pasado 14 de diciembre. La noticia no se dio a conocer hasta este martes 8 de enero. Llevaba tiempo ingresado en un hospital de Naha, capital de Okinawa, pero finamente falleció a los 82 años de edad, a causa de una neumonía, según han informado los familiares. Tomatsu nació en 1930, en Nagoya. Ya en su infancia dedicaba gran parte de su tiempo a tomar fotografías, y tras su graduación en la Universidad de Aichi, comenzó a producir instantáneas para el grupo editorial Iwanami. La fotografía era su pasión, y decidió convertirse en freelance dos años después. Con apenas 29 años fundó el grupo Vivo, junto con otros fotógrafos: Eiko Hosoe e Ikko Narahara. En 1961, tan sólo 6 años después del fin de la Segunda Guerra Mundial, se publicó el libro Hiroshima – Nagasaki Document 1961. En él, Tomatsu y su compañero Ken Domon, incluían los retratos de los supervivientes, tomados poco después del lanzamiento de la bomba en Nagasaki. Por fin, su labor pasaba a ser centro de interés del público y la crítica. Y precisamente, la última exposición sobre su obra se celebró el 2009, entre septiembre y octubre, en el Museo de la Bomba de Nagasaki. Tras centrar su trabajo en Nagasaki, decidió trasladarse a Okinawa, cuando la provincia aún estaba bajo el mando estadounidense. Allí, logró capturar los elementos de la cultura tradicional Ryukense, propia de este archipiélago. Retrató con esmero los ritos y las gentes de la región, cuya cultura aún perdura tras siglos de conquistas. Pero Tomatsu no sólo quería mostrar el día a día de los okiwanenses bajo la ocupación, sino que también plasmó con su cámara la dura vida de las bases estadounidenses. El fotógrafo estaba componiendo una sorprendente crónica sobre el Japón de posguerra. Nagasaki fue la fortaleza de su trabajo, y por ello regresó a la ciudad a finales de los noventa. Allí continuó su labor, retratando de nuevo a los supervivientes de la bomba, tras unos años de relativa calma. De esta forma, Tomatsu hizo del mundo un testigo del precio que la Humanidad tuvo que pagar por culpa de una funesta guerra.