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EUROLIGA

El Panathinaikos sorprendió al Kinder

Por Daniel AyllónTiempo de lectura2 min
Deportes05-05-2002

El Panathinaikos griego se coronó campeón en la Final Four a costa de dejar con un palmo de narices al anfitrión, el Virtus de Bolonia, al que derrotó en la final por 83-89.

El Panathinaikos arrancó en el Palamalaguti de Bolonia su segundo título de Euroliga en tres temporadas. Los de Ettore Messina, que jugaban en su cancha, se encontraron con un rudo obstáculo llamado Bodiroga en su camino, y no pudieron revalidar el título conseguido la pasada temporada. El yugoslavo fue el revulsivo de su equipo en la segunda mitad y, a la postre, recibió el galardón de Jugador Más Valioso (MVP). El técnico de los del trébol verde, Zeljko Obradovic, también jugó un papel crucial y se coronó como el técnico más laureado de la historia de la Euroliga al sumar su quinto título, por delante de Pedro Ferrándiz y Bozidar Maljkovic. De inicio, el Virtus tomó las riendas del encuentro. El joven Ginobili, al que parece habérsele quedado pequeña Europa, tuvo un arranque impresionante: anotó 11 puntos en el primer cuarto y comandó las pequeñas escapadas boloñesas. Los de Atenas aguantaron los envites locales durante el primer período, pero en el segundo, Griffith y Smodis se hicieron dueños de la pintura. Los de Obradovic tuvieron que cerrar su defensa y realizar numerosas ayudas para apoyar a sus pivotes, lo que aprovechó Griffith para doblar balones constantemente a sus compañeros. Fue entonces cuando la artillería de Messina empezó a carburar, hasta llegar al descanso con siete triples anotados. En los últimos compases, Kutluay y Bodiroga recortaron las distancias para mantener vivos a los griegos. En la reanudación, emergieron las figuras del joven Papadopoulos y el maestro Bodiroga para corroborar una excelente temporada. El techo griego se merendó al hasta entonces pletórico Griffith: lo mandó al banquillo cargado de faltas y dominó el juego bajo los tableros. El yugoslavo aprovechó este referente en el juego interior para desbordar a la defensa italiana y comandar la remontada griega: monopolizó las ofensivas helenas y anotó nueve puntos consecutivos que enmudecieron al público boloñés. En el último minuto, Becirovic marró dos tiros libres que habrían supuesto la igualada y, a renglón seguido, el matador Kutluay agarró el trofeo con un triple a falta de 50 segundos, pero que fueron insuficientes para que el Virtus materializase el milagro de revalidar el título.