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CREAR EN UNO MISMO

Que la palabra sea acción

Fotografía
Por Álvaro AbellánTiempo de lectura3 min
Opinión31-10-2011

“Un caballero se avergüenza de que sus palabras sean mejores que sus actos”, reza una expresión medieval. Con ello, denuncia la hipocresía, pero nos recuerda otra cosa importante: palabra y acción, en el ser humano, deben ir de la mano. La mentalidad moderna, de marcada actitud analítica, ha separado casi todos los órdenes de la vida. Analizar (dividir un todo en sus partes) es necesario para conocer; pero si luego no rehacemos el todo, quedamos desquiciados. Los antiguos sabían que la palabra es una forma de acción. Muchos pensaban, incluso, que es la acción humana más noble, pues es la que mejor nos distingue de los animales. Éstos pueden ser más rápidos, más eficaces, más peligrosos, mejores supervivientes… y se comunican mediante un código infalible, unívoco, claro, sin posibilidad de error. Pero su código no es palabra. No es creativo, no inaugura mundos de posibilidades insospechadas, no crea cultura, ni ciencia, ni historia. Su palabra no es como la del hombre que “tiene palabra”, es decir, que es capaz de prometer y cumplir su promesa, lo que es lo mismo que decir: que es capaz de anticipar el futuro desde el presente. Mediante la palabra, y en diálogo, los hombres discernimos lo justo y lo injusto, lo bueno y lo malo, lo verdadero y lo falso, lo conveniente y lo inconveniente y, de ese modo, fundamos la convivencia familiar y social, la amistad y el amor, y vinculamos pasado, presente y futuro, tiempo y eternidad, burlando las exigencias del tiempo. Por eso conviene recordarnos a nosotros mismos que las palabras no son sólo palabras, sino acción. Del mismo modo, la acción humana no es muda ni in-significante. Toda acción humana es locuaz y significativa. Nuestro hacer habla de nosotros, y de los valores, sueños, ideales, sentido o sinsentido que llevamos dentro. Nos revelamos a los demás (y a nosotros mismos) en nuestras acciones, y revelamos también el universo o el vacío que llevamos dentro. Tal vez las palabras más importantes de la historia de la humanidad fueron acciones antes de mudar en palabras. Mejor: fueron palabras vivientes, antes de devenir en lenguaje. Por estas razones, Séneca ruega a Lucilio que cuide el estilo en la escritura: no está en juego la pureza estética, sino el modo en que se manifiesta, revela y construye el alma del discípulo, tanto en lo que hace como en lo que dice y escribe. Por estas razones la pedagogía nos invita a escribir nuestras inquietudes y reflexiones: la escritura nos obliga a ordenarlas y, al hacerlo, nos ordenamos nosotros mismos. Por estas razones el diálogo y el debate están en el corazón de la educación liberal: gracias a ellos empezamos y llegamos a ser quienes somos. Saber que la palabra es acción nos ayuda a tomárnosla en serio. Saber que nuestras acciones son locuaces, nos ayuda a tomárnoslas en serio. La disonancia entre lo que hacemos y lo que decimos revela una fractura interior; y por eso, el consejo y testimonio de los mejores maestros nos invita a tratar de unificar vida y acción: que nuestras palabras sean acción; y nuestras acciones, palabra.