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TOROS

Muere Antonio Chenel 'Antoñete', el torero del mechón

Por Almudena HernándezTiempo de lectura2 min
Espectáculos22-10-2011

Su voz rota por el tabaco ya no acompañará a los aficionados. Antonio Chenel Antoñete, el dueño de las muñecas que marcaron el toreo de las últimas décadas, ha fallecido en la Clínica Puerta de Hierro de Madrid. Su vida se ha apagado a los 79 años. Su plaza, la Monumental de Las Ventas, abre sus puertas este lunes para velarlo.

El mundo de los toros está de luto. De luto lila y oro, como le gustaba vestir al maestro en sus tardes de gloria. Su concepo clásico de la lidia pasó a la historia. Y algunos de los capítulos más brillantes del toreo llevan su rúbrica. Varios de ellos los protagonizó Antoñete (Madrid, 1932), precisamente, en el coso venteño, considerada su plaza. Vivió en las mismísimas instalaciones de Las Ventas. El ruedo capitalino fue escenario, por ejemplo, de aquella legendaria faena a un toro ensabanado de Osborne llamado Atrevido. Su trayectoria ha sido reconocida con numerosos galardones dentro y fuera del orbe taurino. Incluso, recibió la Medalla al Mérito en las Bellas Artes. Pero su gran triunfo fue mostrar la grandeza de la Fiesta a nuevos públicos, enarbolando un toreo clásico, sincero y puro. Fue un torero muy castigado en los ruedos (de los que se retiró varias veces). Sufrió tantos percances que llegó a ganarse el apodo de "el torero de los huesos de cristal". Pero, sobre todo, fue "el torero del mechón", por los cabellos plateados que desde joven le coronaban la frente. Cabellos blancos, como su corazón de gran aficionado al Real Madrid. En los últimos años siguió el pálpito de la Fiesta desde la barrera de los medios de comunicación. LaSemana.es pudo entrevistarlo pocos días antes de una de sus últimas actuaciones de luces, hace unos años. El maestro, un hombre reflexivo, prudente y gran tímido, se desvivía por el toreo de José Tomás o Alejandro Talavante, a la vez que mostraba su lado más sensible recordando a Romerito, un semental que tuvo en su ganadería regalo del torero Pedro Moya Niño de la Capea con el que hablaba largo y tendido entre las encinas. Nunca dejó de llorar a José Cubero Yiyo, con quien compartió cartel la fatídica tarde en la que murió corneado en la plaza de Colmenar Viejo. El último cuarto de siglo lo ha vivido a caballo entre las ferias, como comentarista de prensa para la cadena Ser y Canal+, y su finca Las Laderas de Navalagamella. El aire de la sierra ya no tendrá el aroma del tabaco del maestro Chenel y su plaza de Madrid vestirá de luto. Luto lila y oro. Descanse en paz.