TOROS
Fin de Fiesta en Barcelona
Por Almudena Hernández2 min
Espectáculos25-09-2011
La Feria de la Mercé de 2011 pasará a la historia por ser la última que se celebró en la Monumental de Barcelona. Con la Fiesta de los toros quizás haya ocurrido como dice el refrán: "Entre todos la mataron y ella sóla se murió". Éso sí, el fin de Fiesta barcelonés ha sido de lo más brillante tras la previa exitosa salida en hombros de José Antonio Morante de la Puebla, Julián López El Juli y José María Manzanares con una corrida de Cuvillo el día 24.
Qué bien torea José Tomás. Qué bien lo hizo en la última, e histórica, fecha del banquete previo al sacrificio de la afición de la Monumental de Barcelona. El 25 de septiembre de 2011 ya es historia. Pero bajo el halo del torero de Galapagar brillan menos las luces en las lágrimas del matador catalán Serafín Marín. Él sería el protagonista de la última faena que se ejecutase en el ruedo barcelonés. Y el último toro fue de la ganadería de El Pilar, un astado que pesó 567 kilos y que se llamaba Dudalegre. Marín halló en su oponente un lugar para practicar el buen toreo que merecía la efeméride. Y lo rubricó como se firman los grandes capítulos, con la verdad, lo que en el mundo taurino es la suerte suprema, pese a quien pese en este mundo de falacias. El estoconazo que propinó a Dudalegre le valió, sin duda, para desorejar a su oponente. Paseó los trofeos por el ruedo entre lágrimas, todo un poema para escribir los versos más tristes de la Fiesta. A la maestría de José Tomás se sumó la experiencia de otro discípulo amado del toreo pretérito: Juan Mora, que también salió en hombros en la última tarde de toros en Barcelona, pese a no sumar los trofeos necesarios. Pero la masa ya estaba entregada a la causa, sobre todo, porque el idolatrado Tomás había iluminado la dicha de la concurrencia a base de excelentes lances de capote y un toreo de muleta que rozó la inalcanzable perfección, más propia de las deidades que de los simples mortales. José Tomás no debe de ser un dios. Si gozase de tal categoría hubiese evitado el cierre de su plaza. O no. Tampoco pudo el diablo con sus tentaciones y no logró que un ejército de ángeles amortiguasen la hipotética caída por el precipicio.