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EE.UU.

La Administración de EE.UU., a punto de paralizarse

Por Caterina CrespoTiempo de lectura3 min
Internacional08-04-2011

Los republicanos del Congreso y la Casa Blanca no logran llegar tras tres reuniones a un acuerdo presupuestario definitivo que evite una parálisis del Gobierno, mientras continúan las negociaciones para reducir el déficit fiscal. Obama se ha reunido con los principales líderes demócratas y republicanos del Congreso para presionarlos a que logren un acuerdo sobre el presupuesto para los seis meses que restan del año fiscal 2011 en curso. Los demócratas proponen recortar 34.500 millones de dólares del presupuesto sin embargo los republicanos no aceptan menos de 39.000 para reducir el gasto público.

El principal punto de discordia entre republicanos y demócratas es la cantidad de recortes presupuestarios a realizar para contener el déficit público. En su propuesta inicial, que fue aprobada por la Cámara de Representantes, los conservadores abogaban por un recorte de 61.300 millones. Los demócratas, en cambio, preferían una simple congelación del gasto público. Entre jueves y viernes se han producido varias reuniones entre Obama, el presidente de la Cámara, el republicano John Boehner, y el líder de la mayoría demócrata en el Senado, Harry Reid. Los conservadores han condicionado la aprobación del presupuesto del Gobierno de Obama a diversas concesiones políticas en materias como la financiación pública de algunos casos de aborto o las leyes medioambientales. Paulatinamente sus posturas se fueron acercando en torno a una cifra entre los 33.000 y los 40.000 millones de dólares. Sin embargo, las discrepancias no se limitan a una cuestión de cifras, sino también ideológicas. Mientras se celebraba la reunión en la Casa Blanca, la Cámara de Representantes ha aprobado una medida puntual que prorroga una semana la provisión de fondos para el Gobierno y extiende hasta septiembre los pagos al Departamento de Defensa. El presidente Obama ha advertido que vetará esa medida, que se traslada ahora al Senado para su aprobación en esa cámara, al considerar que se trata de una distracción y es necesario en cambio centrarse en un acuerdo que cubra lo que queda de año fiscal y evite nuevas amenazas de cierre de las oficinas gubernamentales. Posibles consecuencias Ante la perspectiva de que no se llegue a un acuerdo, el Gobierno ha comenzado ya los preparativos para la posible paralización de la Administración, que afectaría a cerca de 800.000 funcionarios federales. Medida que afectaría ya a este fin de semana. Cerrarían los parques nacionales, el Servicio de Hacienda interrumpiría las devoluciones de impuestos por correo y los funcionarios federales se quedarían sin cobrar. Servicios como la expedición de pasaportes también se vería interrumpida y sólo se emitirían aquellos de estricta urgencia. Los ciudadanos extranjeros también se verían afectados, pues durante el periodo de paralización también se dejarían de expedir visados para viajar a Estados Unidos. Las Fuerzas Armadas y los cuerpos de policía, por tanto, seguirían funcionando, aunque sus integrantes verían aplazado el cobro de sus salarios. Para llegar a un acuerdo, los demócratas han propuesto recortes de 33.000 millones dólares, pero los republicanos exigen más, para hacer frente al déficit presupuestario del país, que rondará este año fiscal los 1,5 billones de dólares. Todo esto supondría un colapso de los servicios públicos. Reacciones Una encuesta divulgada ayer señala que la mayoría de los estadounidenses desaprueba la gestión del presidente Barack Obama en la economía y el déficit presupuestario, y su popularidad ha bajado en medio de crecientes necesidades económicas. El sondeo del Centro de Investigación Pew especifica que el 59% de los consultados rechazó la gestión de Obama del déficit federal, mientras que el 56% desaprobó su labor en la economía. Barack Obama tiene la esperanza de llegar a un acuerdo en las últimas horas que impida tener que efectuar el recorte. Si no se aprueba hoy, se debería cerrar el Gobierno, segundo cierre en 20 años. Se hizo en 1995, cuando Bill Clinton era presidente y el republicano Newt Gingrich lideraba la mayoría conservadora de la Cámara de Representantes. Según las encuestas, la insatisfacción popular generada por aquel cierre acabó beneficiando políticamente al presidente Clinton, que fue reelegido un año después.