AFGANISTÁN
La muerte de 8 soldados transforma junio en el mes más sangriento para la OTAN
Por Miguel Martorell3 min
Internacional28-06-2010
'Los rusos estuvieron aquí nueve años, éstos no aguantarán tanto'. La frase la pronunció en 2001 un tranquilo anciano pastún entrevistado por una cadena internacional poco después de la invasión estadounidense de Afganistán. Sólo se equivocó en la segunda parte de su sentencia, que venía a resumir el infierno guerrillero en el que podía convertirse el país para las tropas de la OTAN.
A pocos días de terminar el mes de junio, las cifras de bajas de la Alianza Atlántica evidencian que la violencia talibán en Afganistán está lejos de ser controlada. La táctica de guerrillas de los insurgentes no da tregua a los soldados desplegados en el país asiático. A lo largo de los tres últimos días, las tropas de la ISAF han sufrido ocho bajas. El más grave el domingo, cuando un artefacto casero acabó con la vida de cuatro soldados noruegos. Hasta ese momento este país había perdido a cinco militares en el conflicto. El sábado murió un soldado británico en el distrito de Nahr-e Saraj, en la provincia de Helmand, a consecuencia de una explosión. El domingo, en el mismo distrito, otro uniformado inglés perdía la vida por el mismo método, uno de los preferidos de los talibán a la hora de golpear a las tropas internacionales. El mismo domingo, durante una operación conjunta del Ejército afgano y de las tropas de la OTAN en la provincia de Kunar, al noreste del país, dos militares estadounidenses caían bajo el fuego enemigo. La ISAF informó de que varios insurgentes fueron abatidos a lo largo de esa operación. Con estas ocho bajas, el número de militares muertos en Afganistán a lo largo de junio asciende a 95, una cifra récord que convierte a junio en el mes más sangriento para las tropas de la OTAN. Hasta la fecha, agosto de 2009 ostentaba la cifra más alta: 77 militares fallecidos. La cifra muestra además el estancamiento de la situación en el país asiático, justo en un momento en el que el control estadounidense de la operación militar se encuentra en plena crisis política y militar. La semana pasada el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, decidió sustituir al comandante en jefe de sus fuerzas en el país, el general McChrystal, por un reportaje en la revista 'Rolling Stone' en la que el militar vertía críticas contra el poder civil afgano y la actuación de la Administración estadounidense en el país asiático. Para sustituirle Obama puso al frente a David Petraeus, el general que se encargó del proceso de retirada de las tropas de Irak. Y es precisamente esa opción la que empiezan a barajar los aliados de la OTAN que mantienen sus ejércitos desplegados en el país. De nuevo, el discurso de Obama apunta a una solución que no sea exclusivamente militar y a la responsabilidad del Gobierno afgano en el control de la situación. El presidente estadounidense ha reiterado su compromiso de comenzar con el repliegue el año que viene. Los 150.000 soldados extranjeros que hoy por hoy permanecen en el país no parecen haber sido un revulsivo efectivo para la violencia talibán, ni siquiera después de la operación masiva para recuperar el control del sur del país, un auténtico bastión para la insurgencia. Falta por comprobar si, como sucedió tras la retirada del Ejército soviético en 1989, con la salida de las tropas de la OTAN, el Gobierno afgano es capaz de sostenerse frente a los temibles talibán.