ANÁLISIS DE INTERNACIONAL
La teoría de la minifalda
Por Isaac Á. Calvo2 min
Internacional20-12-2009
La teoría de la minifalda es aquella que, a grandes rasgos, dice que hay que rebajar la condena a un violador porque la violada llevaba minifalda… Claro que violar está mal pero es que la chica iba muy provocativa y el atacante no pudo contener sus instintos. La semana pasada se aplicó mucho esta teoría en el ámbito político con motivo de la agresión que sufrió el primer ministro de Italia, Silvio Berlusconi. La mayoría de la población condenó los hechos pero ponían un “pero”, que venía a decir algo así como “está muy mal que le peguen pero es que Berlusconi no es un santo”. Sea como sea Silvio Berlusconi, el acto en sí es muy grave y podía haber tenido nefastas consecuencias, porque un golpe de esa magnitud es impredecible y más si quien lo recibe tiene 73 años –Berlusconi nació en 1936, aunque por su aspecto no lo parezca–. A la magnitud del suceso se une el cargo que desempeña el agredido. Guste más o menos, Berlusconi es el jefe de Gobierno de Italia y ya es la tercera vez que sale elegido en las urnas, incluso la última –en 2008– fue considerado como todo un “salvador de la patria” tras la crisis del Ejecutivo socialista de Romano Prodi. Berlusconi es muy criticado, está acusado de corrupción y de ser un machista, pero a la hora de la verdad, los italianos le prefieren sobre cualquier otro candidato (quizá sea el menos malo) por lo que se merece un respeto. Es curioso que, por ejemplo, en España parte de la opinión pública se pregunte cómo los italianos pueden preferir a Berlusconi o cómo los estadounidenses pudieron elegir a George W. Bush. Los que se hacen esta cuestión no se dan cuenta de que en todas partes cuecen habas y que muchos en el extranjero se asombran de cómo los españoles confían en Rodríguez Zapatero. En democracia es la población la que decide y se supone que la elección es meditada. Es cierto que es posible que haya equivocaciones, pero se tiene la oportunidad de rectificar en los siguientes comicios. Mientras tanto, el elegido para gobernar un país puede cometer errores –y ha de ser criticado por ello– pero siempre debe ser respetado, por lo que una agresión nunca está justificada.