TOROS
Madrid da una oreja a Emilio de Justo y a ¬El Capea¬
Por Almudena Hernández2 min
Espectáculos10-05-2009
En todos los sitios cuecen habas, dice el refrán. Los libros, que parecen cosa seria pero que quizás no lo son todos -por lo menos algunos taurinos-, dicen que en Madrid hay muchos públicos, y no sólo los componentes del famoso tendido siete. También están los del clavel y el papel couché, los guiris engañados por algún listo y la fauna en general, amén de algún que otro aficionado cabal.
La tarde estaba aburrida y discurría ídem entre los comentarios -en inglés- de seis turistas en la fila de atrás, más los arrumacos que se brindaba una pareja italianos a la diestra. A veces el público aplaudía, y ella decía "¡Bravo, bravo!" y el latino correspondía a la moza enfocando el objetivo de la cámara fotográfica al redondel para luego presumir de vacaciones ante la familia. A la izquierda dos mozalbetes apenas imberbes despertaban al fulgor primaveral de testosterona buscando "carne fresca" en el tendido. Poco o nada les interesaba lo que ocurría en el ruedo cuando de repente cazaban en su horizonte a una buena gachí. Menos mal que justo delante la prudencia hacía mella de un matrimonio de cicuentones que acudía, como lo hará durante un mes seguido, a ver toros. Todos ellos, en el ejercicio democrático que se les concede por tener una entrada, pudieron o no pedir la oreja, silbar, patalear y abroncar al de luces y, por qué no, también al del botijo. En medio de esta masa variopinta nos encontrábamos -con sobreros y sustitutos en las localidades según el día- cuando se cortó la primera oreja de la feria. Algunos que se habían ido se perdieron la faena que la mereció, propiedad de Emilio de Justo, que lidió con decoro y dio muerte al sexto toro de Martelilla el 7 de mayo. Los goles regresaron al marcador venteño dos días después, aunque alguno recibió la tarjeta roja que siempre supone una cogida. El sábado 9 Miguel Abellán volvió a ser fiel a la costumbre en Madrid, esa plaza que tanto le quiso de novillero, cuando tanto prometía y tantos sueños auguraba a un público que quería soñar con sus mariposas blancas. Abellán, una vez más en la Monumental capitalina, resultó herido cuando lidiaba a su primero, por lo que tuvo que marchar a la enfermería. Mientras el torero se encontraba bajo la jurisdicción del doctor Pradós, el público de Madrid concedió una oreja a Pedro Gutiérrez El Capea, a quien durante su segundo toro debió de olvidarse que podía abrir la puerta grande de la plaza más importante del mundo. Tuvo suerte en el sorteo de Salvador Domecq, astados que, salvo la excepción, pusieron en dificultades a los toreros, aunque el público, que en Madrid es muy heterogéneo, quizás no lo viese así.