RUSIA
Kosovo y Georgia: dos conflictos llenos de semejanzas
Por Luis Miguel L. Farraces4 min
Internacional21-09-2008
Son muchas las críticas que se han dirigido a Rusia en las últimas semanas provenientes de este lado de los Urales, pero pocos los comentarios que señalan a Occidente como el precursor del papel que Moscú ha decidido tomar en el Cáucaso. Y es que tan sólo un puñado de analistas, rusos en su mayor parte, han argumentado que fueron los europeos y los americanos los que abrieron en Kosovo la veda de conflictos como los de Abjasia y Osetia del Sur.
Pero ¿Son certeras las teorías de tales analistas? ¿Dónde están esas semejanzas entre uno y otro caso? El primer paralelismo entre ambos conflictos se encuentra en sus orígenes. El contendiente kosovar así como el georgiano nacieron de un debilitamiento del Estado central. En el caso de Kosovo, las primeras voces nacionalistas comenzaron a sonar a principios de los ochenta tras la muerte de Tito, quien había conseguido silenciar bajo su batuta cualquier manifestación secesionista durante décadas. En un tiempo en el que los serbios comenzaron a perder su condición de mayoría en la región, los albanokosovares tomaron posiciones solicitando al Gobierno central su inclusión en el sistema como la séptima república yugoslava. Los fuertes nacionalismos croata y bosnio emergían asimismo, por lo que los líderes kosovares consideraron que, ante la posibilidad de un desmembramiento del Estado, debían recibir el estatus de República para poder desligarse de Belgrado. Sin embargo, la respuesta serbia fue la revocación de la autonomía kosovar y el envío de soldados a la provincia. Mientras, en una Unión Soviética que daba sus últimos coletazos, los líderes de Abjasia y Osetia del Sur también querían cubrirse las espaldas. El apogeo del nacionalismo en Georgia hizo temer a los líderes de ambos territorios una georgianización de sus territorios, tal y como sucediera en Kosovo con los nacionalistas serbios. Abjasia y Osetia del Sur que, si bien se constituían en provincias autónomas dentro de la República Socialista de Georgia, poseían una mayoría étnica diferenciada y numerosos lazos con Rusia, reivindicaron sus autonomías tras el colapso soviético. Abjasia proclamó su independencia mientras que Osetia del Sur anunció su inclusión voluntaria en el régimen de Moscú. La respuesta en ambos casos fue el envío de tropas por parte de Tiflis. Un sistema al margen La segunda semejanza entre ambos casos reside en la experiencia política postbélica. Tras la retirada serbia, Kosovo construyó bajo el auspicio de Naciones Unidas un sistema político propio al margen de Serbia. Pese a que Occidente se comprometió a respetar la soberanía serbia cuando desplegó sus fuerzas en Kosovo, lo cierto es que contribuyeron a hacer realidad las ambiciones secesionistas kosovares. Naciones Unidas creó una asamblea autónoma para la provincia, elecciones presidenciales, la adopción de una moneda propia (el euro) frente a la serbia, el entrenamiento de una fuerza policial, la creación de documentos oficiales, etc., propias de un Estado independiente. Lo mismo hicieron Abjasia y Osetia del Sur tras el breve conflicto armado contra Georgia que siguió al colapso de la URSS. Con tropas del Ejército ruso como observadoras del cumplimiento de los tratados de paz en la frontera, ambas provincias adoptaron el rublo como moneda oficial, comenzaron a recibir pasaportes rusos por parte de Moscú y también llamaron a elecciones presidenciales. La creación de sendos sistemas de Seguridad Social avaló también la adopción a un modelo que ya nada tenía que ver con Georgia. Así, la realidad postbélica tanto en Kosovo como en Georgia fue la asimilación de unas competencias de Estado que, una vez absorbidas resultó prácticamente imposible que ambos territorios las cedieran voluntariamente a sus antiguos estados de no ser bajo la amenaza del uso de la fuerza. Genocidio El tercer y último de los grandes paralelismo entre Kosovo y el problema en el Caúcaso aparece en torno a la justificación de intervención externa por parte de Occidente y Rusia. En el caso kosovar, Occidente decidió intervenir por medio de la OTAN ante las crecientes evidencias de que la Serbia de Milosevic estaba organizando matanzas sistemáticas de los ciudadanos de origén albanés en Kosovo. Ante la amenaza secesionista, Belgrado envió tropas y milicianos a Kosovo para garantizar el control serbio, de la misma manera que hizo Tiflis este verano para recuperar el control de sus antiguas provincias. Cuando los carros de combate georgianos traspasaron las fronteras de Abjasia y Surosetia, Rusia encontró un buen pretexto para intervenir: la organización de un genocidio étnico por parte de Tiflis al igual que hizo Serbia en los ochenta. Para dar la puntilla a la contienda, cuando Occidente auspició la independencia kosovar aludiendo a "sus condiciones extraordinarias" (como es el sufrimiento de matanzas por parte de Serbia), a Moscú se le abrió la puerta para hacer lo propio en Abjasia y Osetia del Sur ante la amenaza georgiana. Y es que Rusia ha sabido leer a la perfección la actividad de Occidente en los Balcanes para adaptarla a sus propios intereses.