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BALONCESTO

Boston: cuando lo colectivo se antepone a la calidad individual

Por Alejandro G. NietoTiempo de lectura3 min
Deportes18-06-2008

La bomba del mercado veraniego en la NBA fue la llegada de Kevin Garnett y Ray Allen a los Celtics para acompañar a Paul Pierce. Los expertos vaticinaron entonces la creación de un equipo invencible que devolvería a Boston a la gloria. Los pronósticos se han cumplido, pero la forma de conseguirlo ha sorprendido a muchos. Los de Doc Rivers se han destapado como un equipo con vocación defensiva, en el que prima lo colectivo y en el que ningún ego personal desestabiliza el vestuario.

Un balance de 24 victorias y 58 derrotas en la temporada pasada supuso el apogeo del peregrinaje por el desierto que los Celtics experimentaron durante dos décadas, las que llevaban sin alcanzar una final de la NBA. Tras muchos años de penurias, Danny Ainge, el manager general de la franquicia, se puso a trabajar para formar un equipo competitivo. Y vaya si lo consiguió. La llegada de Kevin Garnett y Ray Allen, dos de las grandes estrellas de la liga, que se sumaron a Paul Pierce, supuso el nacimiento del denominado Big Three, un trío que provocaba el pánico en todos sus rivales. Los de Boston carburaron a las mil maravillas desde el comienzo. Pero, lejos de basar su poderío en la calidad individual de sus jugadores, los de Doc Rivers optaron por asentar su solidez en el juego de conjunto. Los tres magos, en especial Garnett, se pusieron al servicio de un equipo que se convirtió en el mejor bloque defensivo de la liga. Gracias a ello, fueron los mejores en la temporada regular, con un total de 66 victorias y sólo 16 derrotas. Si la defensa ha sido su seña de identidad, los Celtics se han caracterizado por ser un equipo con múltiples variantes ofensivas. La versatilidad de Garnett, la buena muñeca de Allen y la determinación de Pierce en los momentos difíciles han sido argumentos de sobra para derrotar a cualquier oponente. De hecho, su labor se ha visto reconocida con sendos galardones: el de mejor defensor para La Máscara y el de mejor jugador de la final para Pierce. Pero el éxito de los de verde, más allá de la calidad de su trío de estrellas, pasa por una serie de factores adicionales que han resultado fundamentales. Para empezar, el rendimiento de los jugadores secundarios ha superado todas las expectativas. Rajon Rondo, un base de escasa experiencia, se ha convertido en uno de los mejores directores de la liga y ha logrado explotar sus mejores virtudes con grandes jugadores a su lado. Kendrick Perkins, pese a sus limitaciones técnicas, se ha aprovechado de los marcajes especiales a Garnett para destaparse como un pívot solvente y efectivo. Además, el trabajo de los hombres de banquillo, en especial en la serie contra los Lakers, ha sido digno de los mayores elogios. El base Eddie House y el alero James Posey aportaron minutos de calidad. Mientras, los veteranos P.J. Brown y Sam Cassell, amén de experiencia y espíritu de equipo, contribuyeron con minutos de descanso para los jugadores titulares. Si a todo ello se le añade la buena mano, en especial en el aspecto psicológico, de Doc Rivers, entrenador cuestionado por sus anteriores fracasos con los Orlando Magic, y la fortaleza adquirida por el equipo en el Banknorth Garden, la fórmula de la victoria está servida. Mientras la edad les respete –amén de los veteranos ya citados, Allen, Garnett y Pierce también superan la treintena– el éxito parece asegurado en Boston. En la ciudad del estado de Massachusetts ya comparan a este equipo con el del mítico Larry Bird, que logró tres anillos en la década de los ochenta.