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EE.UU.

Hillary Clinton quiere ir hasta el final del proceso

Por J. F. Lamata MolinaTiempo de lectura4 min
Internacional18-05-2008

Barack Obama ha llevado las de ganar desde el principio, o al menos esa es la imagen que ha pretendido dar, con la prensa progresista europea de su parte (aunque, como bien supo John Kerry, el apoyo de los medios antiamericanos en ocasiones puede suponer una ayuda desastrosa).

Obama ha intentado borrar su imagen de poco patriota, pero aun así muchos de los influyentes sectores americanos (y la gerontocracia judía en particular) desconfían de algunos de los sectores que apoyan a Obama. Hillary Clinton, por su parte -amparada bajo el pulmón económico de su marido-, no se rinde. Como un gato, parece tener siete vidas y, pese a la desventaja de delegados, quiere seguir adelante. Ya ha quemado demasiados cartuchos para su campaña y es demasiado tarde como para echarse atrás. Clinton quiere llegar hasta la convención -¿Acaso pensando que delegados elegidos en las listas de Obama cambiarán de opinión y la votarán a ella?- En la historia de las convenciones de los Partidos Demócrata y Republicano, ha habido decenas de veces en las que se ha llegado a una convención con hasta dos o tres candidatos. El mismo Ronald Reagan perdió en un par de convenciones (1968 y 1976) antes de llegar a la nominación y eso no le "quemó en absoluto". El problema es que viene siendo habitual en las últimas ocasiones, sobre todo desde los años noventa, que los candidatos en la convención sean "por aclamación". De esta forma, las convenciones de partido antaño formadas para designar al candidato se habían convertido en actos festivaleros para potenciar la figura del candidato. Es presumible que en estos momentos se esté preparando una convención republicana Maquinista, pero no será ese el caso de los demócratas. El riesgo de la división y del no tirar la toalla Mal resultado han tenido casi siempre aquellas elecciones en las que alguno de los partidos ha tenido una lucha demasiado larga durante sus primarias. En primer lugar porque los candidatos que se han volcado tanto en la campaña de las primarias prefieren continuar su carrera aunque su partido no les quiera como "candidato oficial" (quizá porque según el reglamento, aquel candidato que supere el cinco por ciento de votos es apoyado económicamente en su siguiente intento). Así, por ejemplo, a George Wallace no le convenció la elección demócrata de Humphey de 1968 y presentó su propia candidatura, algo que sin duda ayudaría bastante a Nixon. Tampoco John Anderson (1980) aceptó bien su derrota en la convención republicana de 1980 y presentó su propia candidatura en las elecciones presidenciales de ese año en las que, por supuesto, obtuvo un resultado mísero. Si Hillary Clinton perdiera la convención pero decidiera continuar como candidata a la Presidencia las consecuencias para los demócratas podrían ser desastrosas. Pero aunque Clinton, en caso de que perdiera, decidiera no continuar, la división ya está hecha, pues muchos de sus incondicionales se negarían a apoyar al "odiado rival" Barack Obama. Eso se vio claro en 1988 cuando los seguidores del reverendo Jesse Jackson -una vez que fue derrotado en las primarias demócratas en las que se veía como inminente ganador- se negaron a apoyar a Dukakis, al que culpaban de haber impedido que un negro fuera candidato a presidente. Muchos se abstuvieron y otros votaron la candidatura independiente de Lenora Fulani, situación que jugó a favor de George Bush padre, elegido presidente en esos mismos comicios. El matrimonio imposible No siempre que ha habido una "dura convención" ha acabado mal. John F. Kennedy sufrió para su nominación (1960) en la que tuvo que enfrentarse a Lyndon Johnson. Pero lo solucionaron uniendo sus dos candidaturas: Kennedy presidente, Johnson vicepresidente, con lo que lograron la victoria frente al tándem Nixon-Lodge. ¿Aceptaría Clinton una coalición? No sería la primera vez que una mujer aspira a la Vicepresidencia (sería la segunda, tras Geraldine Ferraro en 1984, en la derrotada candidatura demócrata de Mondale). Pero el problema es ¿aceptaría Obama proponérselo? Y de ser así ¿aceptaría Clinton su propuesta? No es probable, sobre todo porque el tercero en discordia de las primarias demócratas, John Edwards, que retiró su candidatura, acaba de manifestar su apoyo a Obama. Teniendo en cuenta el espaldarazo que eso supone, parece previsible lo que Edwards quiere a cambio de apoyar la candidatura de Obama. John McCain puede sentarse tranquilo en el sofá, de momento. Aceptó deportivamente su derrota en 2000 sobre Bush retirándose a tiempo y ha sabido mantener cierta distancia con el todavía presidente para no desgastar su imagen, su carácter ultrapatriótico americano -algo fundamental para ganar en el país- está fuera de toda duda. La única inquietud que de momento puede tener es saber a quién se va a enfrentar.