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EE.UU.

Un complicado proceso de preselección

Por Miguel MartorellTiempo de lectura2 min
Internacional10-02-2008

Del proceso electoral que vive actualmente Estados Unidos, y que culminará el próximo 7 de junio, saldrán los dos candidatos -demócrata y republicano- que competirán en la carrera final a la Casa Blanca, en las elecciones presidenciales del 4 de noviembre. Algunos creen que este sistema electoral de primarias y caucus es verdaderamente democrático, pero lo cierto es que la mayor parte de los votantes desconoce sus vericuetos.

Ocho de cada diez estadounidenses dicen desconocer el funcionamiento de un caucus, un sistema de voto implantado a mediados del siglo XIX y que toma su nombre de las reuniones de jefes de tribus indias que poblaron una vez Estados Unidos. Las primarias, por su parte, se aproximan más a un sistema de voto tradicional, pero también tienen su complejidad. Para empezar, cabe dejar claro que lo que ahora votan los 50 estados de la primera potencia mundial es a los candidatos republicano y demócrata que representarán a cada una de las partes en las elecciones presidenciales que tendrán lugar el 4 de noviembre, y de las que saldrá el próximo habitante de la Casa Blanca. El calendario de votaciones por Estado es distinto para demócratas y republicanos, además de que cada Estado tiene su particularidad, o vota en primarias, o vota en caucus. En todo caso, los únicos que tienen derecho a emitir su voto en este proceso de preselección son los afiliados o miembros de cada uno de los partidos. Las primarias son un proceso muy similar a las elecciones: los afiliados -demócratas o republicanos- se acercan a las urnas y eligen a su candidato favorito. Los caucus, por su parte, son un sistema de votación público, con reuniones de los afiliados por comunidades de vecinos o simpatizantes de un partido en grandes foros de discusión. La particularidad de los caucus hace que los candidatos deban esforzarse por darse a conocer entre los afiliados de los partidos, pues en el último momento, esa discusión pública puede inclinar la balanza de su lado, o del contrario. En los caucus nada está cerrado hasta el último momento, cuando se cierra el debate y la votación emite su veredicto. En cualquier caso, de las dos votaciones -primarias o caucus- sale un claro favorito. El que consigue el primer puesto en un Estado se lleva a todos los delegados de éste. Tras las votaciones de los 50 estados del país, se celebran las convenciones nacionales de cada partido, previstas para finales de agosto la demócrata y principios de septiembre la republicana. A la Convención Nacional se acude prácticamente con un candidato elegido, por lo que los esfuerzos de los elegidos se vuelcan en recoger dinero de simpatizantes y lobbies de poder para la celebración de esos grandes actos que suponen una gran fiesta nacional. Sin embargo, no siempre tiene por qué estar claro en esas votaciones. En las convenciones nacionales los delegados ya tienen comprometido su voto, mientras que los superdelegados, que suelen ser funcionarios o altos cargos del partido, pueden elegir a su candidato arbitrariamente. Normalmente, el voto suele recaer en aquel candidato que más delegados ha acumulado durante las primarias. En el caso republicano, el candidato que logre la mayoría simple de 1.191 delegados (de 2.380) llegará a la Convención Nacional sabiéndose ganador. Los demócratas, por su parte, deberán conseguir 2.025 delegados de 4.049 para llegar a finales de agosto sin el miedo de que la Convención tumbe sus aspiraciones.