CIENCIA
La clonación supone el diseño de un nuevo hombre
Por María Reyes
2 min
Sociedad18-01-2008
El término clonación ha adquirido un nuevo significado en estos últimos años debido a los últimos descubrimientos. Clonar era aislar en un tubo de ensayo un determinado gen, un trozo de AND, y multiplicarlo. Pero, en 1997, se presentó la oveja Dolly al mundo, el primer animal clonado. El concepto comenzó a abarcar, entonces, una actividad mucho más amplia, centrada en obtener individuos a partir de la célula de otro sujeto.
Se precisa más de una única célula para que el proyecto salga adelante. Un ser clonado tendrá tres madres y ningún padre. Una de ellas es la madre ovular, que dona su óvulo y contribuye con el citoplasma; la madre nuclear es la donadora del núcleo de su propia célula, donde se encuentra la mayor parte de carga genética; y, por último, la madre natural ofrecerá su útero y dará a luz la nueva creación, aunque genéticamente no aportará nada. Colocar un núcleo de una célula ya adulta en un óvulo es como llevar a cabo una reprogramación del material genético de dicha célula. Su reloj se pone a cero y comienza a comportarse como un zigoto, desencadenando consigo todo el proceso del desarrollo intrauterino. Se ha hablado de aplicaciones increíbles de este hallazgo. Sin embargo, al igual que ocurre con muchos avances científicos, se han exagerado sus posibles derivaciones prácticas y se han olvidado sus consecuencias negativas. Una de las más importantes aplicaciones que se lo otorgó a la clonación a corto plazo era la conservación de animales en peligro de extinción. Esto llevaría a la uniformidad, terminaría con la biodiversidad y con la adaptación de las diferentes especies a distintas circunstancias ambientales y socioeconómicas. Además, y aunque la especie no desapareciera, acabaría muriendo genéticamente y sería condenada a vivir en condiciones artificiales. Pero cuando una determinada técnica se usa con éxito en animales, aunque aún no esté clara su aplicación, es cuestión de tiempo y dinero que se aplique a seres humanos. Ya en 2004, un científico coreano, Hwang, publicaba en la revista Science la clonación de 30 embriones humanos. Sin embargo, todo resultó ser una farsa. Se descubrió que, aunque sí había clonado un perro al que llamaron Snoopy, todo lo demás fue un bulo que alcanzó el grado de internacional y que surgió con el interés de tapar la malversación de fondos que el Estado coreano le había otorgado para sus investigaciones (más de 300.000 dólares). La clonación de un humano es algo mucho más complejo que la de una oveja o la de un perro. Hace casi 20 años, un científico llamado Hans Jonas realizó un estudio sobre el significado de la clonación para el propio ser clonado. Afirma que el individuo afectado por esta técnica, se sentiría una especie de Frankestein, de criatura prediseñada por terceros. No se consideraría único y no tendría sentido el conocerse a sí mismo. Por este motivo, la bioética y el bioderecho reclaman el derecho a ser fruto del azar. Clonar significa diseñar la entraña biológica de un ser humano. La persona carecerá de la referencia de un padre y una madre y será usado como medio para el avance científico. El ser humano se convertirá en un medio para fines como la ciencia y abandonará su posición de fin en sí mismo.